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Se está realizando en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma el congreso Church and communications. Identity and dialogue (Iglesia y comunicación, identidad y diálogo), que finaliza mañana miércoles.
Dentro de densas e interesantes reflexiones sobre estrategias de comunicación, la presencia de la Iglesia en los medios, los actuales temas de controversia como la pedofilia, entre muchos otros, una de las ponentes, bastante aplaudida por los participantes, quiso enfatizar un elemento fundamental en el proceso de dar a conocer el Evangelio: sólo se puede comunicar a Cristo en primera persona.
Almas en búsqueda
Jutta Burggraf, laica, doctora en Psicopedagogía y en Sagrada Teología y profesora de la Universidad de Navarra, señaló cómo en el mundo actual parece que cualquier cosa es más creíble que una verdad cristiana.
No se busca lo verdadero, sino lo apetecible, lo que me gusta y me va bien: un poco de Buda, un poco de Shiva, un poco de Jesús de Nazaret, señaló.
Describió al hombre como un gitano: No tiene hogar: quizá tiene una casa para el cuerpo, pero no para el alma. Hay falta de orientación, inseguridad, y también mucha soledad.
Así, no es de extrañar que se quiera alcanzar la felicidad en el placer inmediato, o quizá en el aplauso, aseguró la filósofa. Si alguien no es amado, quiere ser al menos alabado.
Una época en la que tenemos medios cada vez más perfectos, pero los fines están completamente perturbados. El hombre expresa así una sed de interioridad, que puede manifestarse tanto en la literatura como en el arte, en la música y también en el cine.
En medio de esta búsqueda, pocos piensan en el cristianismo como una opción, debido a que tiene fama de no ser nada más que una rígida institución burocrática, con preceptos y castigos.
No obstante, señaló la profesora Burggraf, hay también quienes huyen del cristianismo por motivos opuestos: la predicación cristiana les parece demasiado superficial, muy light, sin fundamento y sin exigencias rigurosas.
Quieren que alguien les diga con absoluta certeza cuál es el camino hacia la salvación, y que otro piense y decida por ellos: ahí tenemos el gran mercado de las sectas, aseguró la docente.
Evangelizar en el siglo XX
Estamos en la era llamada postmodernismo. Jutta Burggraf la definió como una época que viene después del modernismo y antes de una nueva era que todavía no conocemos. Una serie de novedades que reclaman un nuevo modo de hablar y de actuar.
Por ello, dijo esta teóloga, no puede mirarse el pasado con nostalgia sino que ha de adoptar una actitud positiva ante el momento histórico concreto: debería estar a la altura de los nuevos acontecimientos, que marcan sus alegrías y preocupaciones, y todo su estilo de vida.
Saber percibir los acontecimientos de otra forma que las generaciones anteriores. Un buen teólogo lee tanto la Biblia como el periódico, aseguró Jutta.
La docente también se refirió al lenguaje no verbal en el proceso de comunicar el Evangelio transmitimos sólo una pequeña parte de la información de modo consciente, y todo lo demás de modo inconsciente: a través de la mirada y la expresión del rostro, a través de las manos y los gestos, de la voz y todo el lenguaje corporal.
Jutta subrayó que sólo se puede anunciar a Dios si el hombre tiene dentro de sí una sólida identidad cristiana: quizá nuestro lenguaje parece, a veces, tan incoloro, porque no estamos todavía suficientemente convencidos de la hermosura de la fe y del gran tesoro que tenemos, y nos dejamos fácilmente aplastar por el ambiente.
Un cristiano no tiene que ser perfecto, pero sí auténtico, aseguró Jutta. Los otros notan si una persona está convencida del contenido de su discurso, o no.
La sociedad postmoderna rechaza los grandes relatos y también a los portadores de la suma verdad, ya que hoy, está más claro que nunca que nadie puede saberlo todo.
Por ello la pastoral debe ser desde abajo, no desde arriba, tampoco desde la cátedra, que quiere instruir a los pobres ignorantes, señaló la teóloga.
Quien habla de Cristo debe estar convencido que No es una doctrina que poseemos, sino una Persona por la que nos dejamos poseer. Es un proceso sin fin, una conquista sucesiva.
Hablar de la fe es mostrar el gran amor de Dios hacia nosotros, la vida apasionante de Cristo, la actuación misteriosa del Espíritu en nuestra mente y en nuestro corazón.
Por ello, es necesario huir de lo que hacen los que quieren quitar fuerza al cristianismo: reducen la fe a la moral, y la moral al sexto mandamiento.
Dijo la docente que creer en Dios significa caminar con Cristo en medio de todas las luchas que tengamos hacia la casa del Padre.
Al anunciar a Cristo de poco sirven los esfuerzos, y menos aún los sermones. Lo más importante es la fe un don de Dios.
Podemos invitar a los otros a pedirla, junto con nosotros, humildemente de lo alto, concluyó la docente.
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