En el aniversario del fallecimiento de D. Álvaro del Portillo
En el aniversario del fallecimiento de Mons. Álvaro del Portillo, el pasado día 23, el Prelado del Opus Dei habló de lealtad al camino que cada uno haya emprendido, con las palabras y con los hechos.
Mons. Javier Echevarría celebró en Roma una Misa de sufragio por don Álvaro del Portillo, obispo y sucesor de san Josemaría al frente del Opus Dei, que falleció en 1994.
Con motivo del Año Sacerdotal que vive la Iglesia, el Prelado del Opus Dei centró su homilía en la fidelidad, una virtud en la que sobresalió Mons. del Portillo: «Don Álvaro demostró con su vida que era una persona fiel, fuerte como una roca, capaz de resistir a todas las adversidades».
Mons. Echevarría contó un recuerdo personal: «Un día que don Álvaro no estaba presente, San Josemaría nos habló de él con estas palabras: Posee la fidelidad que tenéis que tener vosotros en todo momento. Ha sabido sacrificarse en todas sus cosas personales con una sonrisa, como vosotros. Él no cree ser una excepción, ni yo tampoco creo que lo sea, ni que lo será nunca: vosotros tenéis que hacer como él, con la gracia de Dios. Y si me preguntáis: ¿ha sido heroico alguna vez? Os responderé: sí, muchas veces ha sido heroico, muchas; con un heroísmo que parece una cosa ordinaria».
Con palabras del Papa Benedicto XVI, el Prelado del Opus Dei recordó que «en realidad la vida es siempre una elección: entre honradez e injusticia, entre fidelidad e infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal».
«Sobre nosotros prosiguió el Prelado recae la alegre responsabilidad de ser fieles a nuestra vocación cristiana y de ofrecer a los demás el testimonio de nuestra lealtad. Aunque muchas personas se muestren reacias a mantener los compromisos asumidos libremente, estamos llamados a demostrar la fidelidad con las palabras y los hechos en los diversos campos de nuestra vida: en la relación con Dios y en las relaciones sociales, profesionales y familiares».
También reconoció que «permanecer leales siempre y en todos los aspectos no es fácil y exige sacrificio», porque, con palabras del Papa, «la escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino salpicado de sufrimientos y de amor, de pruebas y de fidelidad que hay que renovar todos los días».
Pero, continuó, «añadiría que [la fidelidad] es un camino de felicidad y de paz, porque el Señor nos quiere felices. La Cuaresma es una llamada a la lealtad de los hijos de Dios, a la conversión de los corazones con el firme propósito de vivir todos los compromisos del bautismo: de este modo participaremos, en toda ocasión, de la felicidad del Cielo».
«Quiera Dios concluyó que, por intercesión de la Virgen, pueda decirse de cada uno de nosotros que hemos sido fideles usque ad mortem [fieles hasta la muerte], fieles a la vocación cristiana, con una fidelidad concreta, alegre, indiscutible, renovada día a día en las cosas grandes y pequeñas de la vida ordinaria».
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