La Razón (Entrevista de Manuel Garrido)
Anthony Muheria es miembro del Opus Dei y el pastor de doscientos mil católicos en Kitui, una zona rural a 200 kilómetros de la capital de Kenia. El país se encuentra en una encrucijada, los políticos preparan una nueva Constitución, y los obispos participan pidiendo superar el «etnicismo negativo», defender la vida y la familia y subrayar el papel subsidiario del Estado.
¿Por qué se refieren expresamente al etnicismo negativo?
A veces las diferencias entre tribus son resueltas de modo muy violento. Como Iglesia tenemos que propiciar mucho los encuentros con gente muy distinta, no rechazar a nadie. Decía san Josemaría Escrivá que sólo hay tribu, sólo hay una raza, la de los hijos de Dios.
En el borrador de la Constitución, que es un proyecto muy positivo y una gran oportunidad para la armonía, hay muchos intereses individuales que deben ser superados. Necesitamos definir con claridad el bien común, la vida, la familia y la subsidiariedad, y hemos de hacerlo sin presiones externas que quieren rediseñar la sociedad.
¿Qué papel tienen los laicos en las diócesis de su país?
Los laicos han de luchar contra la corrupción, que está muy consolidada y extendida como algo estructural en todo el continente, hasta formar un monstruo muy difícil de matar. Pienso que necesitamos una medicina fuerte para combatirla y que vendrá de la Iglesia.
En cuanto a los empresarios, les pediría más conciencia social para mejorar las condiciones de los trabajadores. Que tengan en cuenta el bien común, y vivan la doctrina social de la Iglesia.
¿Cómo promocionar mejor la sociedad del país?
La fe es muy útil, también socialmente, porque quita clichés mentales, da esperanza e impulsa nuevas ideas, y vemos iniciativas que salen de comunidades eclesiales, con jóvenes que se vuelcan en ayudar.
Nuestra esperanza se llama también educación. Hace 20 años, el acicate era decir a los jóvenes: «estudia y tendrás dinero, coche, casa, éxito material». Fue un grave error, porque el fin no es ser muy rico, y no es cierto que fracasas si no llegas a eso. Faltó ética y responsabilidad social.
¿Hay pasividad o resignación ante las dificultades del país?
No hay resignación en los kenianos, hay fuerza y resistencia frente a las dificultades, y viven de esperanza. Se siembra aunque no haya habido cosecha.
Las enseñanzas del fundador del Opus Dei me empujan en mi actividad. Como él impulsó tantas iniciativas sociales, me interpela y ayuda para vivir la justicia con caridad.
También me sirve mucho su optimismo para evitar el escapismo y el fatalismo. Por ejemplo, aunque mi diócesis está en una de las zonas más pobres, seca y árida, tenemos mucha esperanza. Después de años de hambre y sequía tremenda, las lluvias recientes nos van a dar la primera cosecha en cinco años, que han sido durísimos y que hemos superado con ayudas del Gobierno y ONG. Pero la gente no quiere abandonar, está dispuesta a luchar.
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Un ateo pide cristianismo para África
En diciembre de 2008, el periodista y ex diputado ateo Matthew Parris escribía en The Tiems que «los que quieren que África camine con la cabeza alta en el siglo XXI deberían pensar que los medios materiales y lo que llamamos el desarrollo no efectuarán el cambio por sí mismos. Antes hay que suplantar todo un sistema de creencias. Una África sin cristianismo dejará el continente a merced de la nefasta fusión entre Nike, el hechicero, el teléfono móvil y el machete».
Parris, inglés, vivió en su infancia en África, la recorrió de joven y ha vuelto allí con una ONG. «La ansiedad, el miedo a los malos espíritus, penetra toda la estructura del pensamiento africano tradicional, haciendo que la gente no tome la iniciativa y no lleve las riendas de su vida», afirma. Esto no sucede, sin embargo, con los cristianos.
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Verdad y libertad |
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