Son equitativas las leyes que respetan la vida y promueven la solidaridad
En muchos países se asiste hoy a un desapego preocupante entre razón y libertad que puede llevar a una dictadura del relativismo.
Así lo observó este miércoles Benedicto XVI con ocasión de la Audiencia general, reflexionando sobre el pensamiento del teólogo inglés Juan de Salisbury.
Hablando a las alrededor de nueve mil personas presentes en el aula Pablo VI , el Pontífice explicó que este pensador del Medioevo, que vivió entre 1100 y 1180, y que fue obispo de Chartres, sostenía que las leyes humanas y la actuación política deberían siempre conformarse a la ley natural.
Para Juan de Salisbury, prosiguió el Papa, existe una verdad objetiva e inmutable, cuyo origen es Dios, accesible a la razón humana y que se refiere a la actuación práctica y social. Se trata de un derecho natural, al cual las leyes humanas y las autoridades políticas y religiosas deben inspirarse, para que puedan promover el bien común.
Contrariamente en nuestro tiempo, observó el Pontífice, sobre todo en algunos países, , asistimos a un desapego preocupante entre la razón, que tiene la tarea de descubrir los valores éticos ligados a la dignidad de la persona humana, y la libertad, que tiene la responsabilidad de acogerlos y promoverlos.
Quizás prosiguió Juan de Salisbury nos recordaría hoy que son conformes a la equidad solo las leyes que tutelan la sacralidad de la vida humana y rechazan la licitación del aborto, de la eutanasia, y de las experimentaciones genéticas sin trabas, las leyes que respetan la dignidad del matrimonio entre el hombre y la mujer, que se inspiran en una correcta laicidad del Estado laicidad que comporta siempre la salvaguarda de la libertad religiosa y que persiguen la subsidiariedad y la solidaridad a nivel nacional e internacional.
De lo contrario prosiguió acabaría por instaurarse la que Juan de Salisbury define la tiranía del príncipe o, diríamos nosotros, la 'dictadura del relativismo: un relativismo que, como recordaba hace unos años, no reconoce nada como definitivo y deja como última medida sólo al propio yo y sus antojos.
Un tipo de relativismo ético, el que subraya el Papa, que a menudo se extiende por los mass media.
Hoy afirmó, la que Juan definía elocuencia, es decir, la posibilidad de comunicar con instrumentos cada vez más elaborados y difundidos, se ha multiplicado enormemente. Con todo, sigue siendo urgente la necesidad de comunicar mensajes dotados de 'sabiduría, inspirados en la verdad, la bondad y la belleza.
Esta es una gran responsabilidad añadió, que interpela en particular a las personas que trabajan en el ámbito multiforme y complejo de la cultura, de la comunicación, de los medios.
Fuente última de esta verdad, dijo el Santo Padre, que debe guiar cada esfera de la actuación humana, es Dios: Este principio es muy importante para la sociedad y para el desarrollo, en cuanto que ni una ni otro pueden ser solo productos humanos.
La misma vocación al desarrollo de las personas y de los pueblos no se funda en una simple deliberación humana, sino que está inscrita en un plan que nos precede, y que constituye para nosotros un deber que debe ser libremente acogido para que nazca la justicia.
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