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Cuatro actitudes ayudan a defender la vida con eficacia: la fortaleza, la humildad, saber escuchar y la comprensión, afirmó este viernes la teóloga alemana Jutta Burggraf.
Lo hizo en la conferencia inaugural del IV Congreso Mundial Provida que empezó este viernes en Zaragoza ( ).
La profesora de Teología Dogmática y Ecumenismo y psicopedagoga invitó a los centenares de personas de los países más diversos que llenaban la Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza a reflexionar «sobre nuestro comportamiento diario frente a personas concretas del otro bando: personas que han abortado o quieren hacerlo, que han pedido la eutanasia o quieren hacerlo».
Burggraf destacó esos cuatro rasgos comunes que, en su opinión, debería desarrollar todo defensor de la vida, en su ponencia, titulada Defender la vida con eficacia. La personalidad del defensor.
Independientes de los juicios de los demás
Respecto a la fortaleza, la experta constató que «hace falta una buena dosis de valentía y de fortaleza para trabajar a favor de la vida en nuestra era de las dictaduras ocultas o manifiestas».
«Si estamos dispuestos a a trabajar a favor de la vida, necesitamos un corazón libre y fuerte; Tenemos que llegar a ser cada vez más independientes de los juicios de los otros», aconsejó.
«Existe el peligro de tambalearse, y es posible que caigamos, si no tenemos convicciones fuertes, muy personalizadas y arraigadas en una visión completa de la existencia», advirtió.
En este sentido, ofreció el ejemplo de cómo «la policía secreta de la Alemania comunista había estado muy pendiente de la destrucción de la moral pública y privada en Alemania Occidental», como se supo tras la caída del Muro de Berlín.
«Empleó métodos muy precisos para frenar la defensa de la dignidad humana, del matrimonio y de la familia», explicó.
«Así, por ejemplo, cada vez que alguien se pronunciaba a favor de la vida en la televisión, en la radio o en algún periódico, recibía severas críticas en casi todos los medios» continuó. Era llamado fascista, intolerante y arrogante; despreciado, ridiculizado y finalmente callado.
Hablando en segundo lugar sobre la necesidad de la humildad, Burggraf afirmó que «tenemos que reconocer que todos somos débiles y podemos cansarnos» y señaló la importancia de reconocer que «todos participamos en el mal» y de «hacer menos radicales nuestros juicios sobre situaciones complejas».
En tercer lugar, destacó la importancia de saber escuchar y acoger al otro, como una consecuencia de la humildad.
Más grande que su culpa
«A veces, se necesita mucho carácter y dominio de sí mismo para no exasperarse inmediatamente reconoció. Sin embargo, el enfado y los reproches son inútiles, porque ponen a la otra persona a la defensiva y, por lo común, hacen que trate de justificarse».
Ante este problema, la ponente indicó que «el secreto para actuar con tranquilidad consiste en no identificar a la persona con su obra. Todo ser humano es más grande que su culpa».
En el momento de escuchar, aconsejó «no quedarnos en lo que dicen, sino llegar a lo que quieren decir» y ofrecer a las personas poder compartir incluso sus «sentimientos destructivos y experiencias horribles».
«Lo primero no es dar consejos, sino estar al lado del otro», resumió, y añadió: «Tenemos que escuchar, tranquilamente, hasta el final; la palabra que se queda dentro de una persona puede ser la decisiva».
Por último destacó la actitud de la comprensión, señalando la importancia, para una persona que pasa por un momento de desaliento, fracaso o angustia, de encontrar «una persona que comprenda, que no riña, que no clasifique fríamente, sino que sea capaz de compartir los sentimientos».
De esa manera, las personas que sufren «pueden dejar sus cargas, descansar y descubrir valores que, quizá, nunca hayan conocido».
La conferenciante recordó que «en la vida diaria, no nos compete condenar a otros, ni juzgar sobre sus intenciones» y afirmó que «en medio de un mundo lleno de situaciones terribles, estamos llamados a descubrir la posibilidad de una compasión».
«Queremos dar vida también a los responsables del aborto y de la eutanasia», afirmó.
La ponente destacó la importancia de «ser capaz para la amistad», y recordó que «se acepta un consejo cuando hay confianza».
En este sentido, señaló que para ofrecer amistad, la persona debe estar en paz consigo misma, mostrar amabilidad, transmitir la verdad y ayudar a salir de las dificultades.
En la conferencia, Burggraf puso como ejemplo de una defensa eficaz de la vida la que se encontró la famosa escritora alemana Karin Struck.
La historia de Karin Struck
Después de militar en el partido comunista y propagar el amor libre y la homosexualidad, esta novelista decidió vivir sola con sus cuatro hijos, y un día abortó a su quinto hijo.
«Aunque no practicaba ninguna religión y vivía ajena a los tradicionales códigos éticos, quedó profundamente asustada del acto que había cometido», explicó Burggraf, y, «con su sensibilidad de artista, expresó su angustia en un libro titulado Ich seh mein Kind im Traum». (Veo a mi hijo en los sueños, 1992).
«A raíz de la publicación de ese libro, su vida cambió radicalmente continuó. Las grandes editoriales le cerraron las puertas, y también las revistas importantes, la radio y la televisión rechazaron sus colaboraciones habituales».
«Karin quedó completamente marginada, eliminada de la mirada del gran público relató la ponente. Y tomó conciencia, cada vez más profunda, del grado de enfermedad de nuestras sociedades».
«Fue una mujer radical y valiente afirmó. Cuando se dio cuenta de que estaba financiando indirectamente miles de abortos, por el mero hecho de pagar la seguridad social, se dio de baja en ella, junto con sus cuatro hijos».
«Pero pocas semanas más tarde, tuvo un accidente gravísimo con su hijo pequeño en el coche: tanto ella como el niño quedaron en coma, precisaban de varias intervenciones quirúrgicas y de largos períodos en el hospital explicó. Desde el punto de vista de su situación económica, esto significaba que Karin había caído en la indigencia».
En aquel momento, los grupos pro vida de Alemania, Suiza y Austria y muchas personas singulares que la habían conocido a través de su libro contra el aborto formaron una red de ayuda para Karin.
«Le socorrieron tanto material, como espiritualmente; le dieron fuerza para replantear su vida desde los cimientos, y ánimo para salir adelante», explicó.
En una de sus últimas cartas, Karin contó a la conferenciante: «Ahora limpio las casas de otras familias y, en algún momento, espero terminar mis estudios. Ya no soy famosa, ni quiero serlo. Por fin, estoy en paz».
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