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«Quien pretende sustituir a Dios con su propia autonomía, pierde la propia vida porque rechaza al que la ha creado y encaminado al cumplimiento definitivo y glorioso de su plan de salvación».
Con estas palabras pronunciadas durante la homilía, el cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, invitó a los miembros del Consejo Nacional de las Asociaciones Médicas Católicas Italianas (AMCI) a reflexionar sobre la crisis moral que parece atenazar a la sociedad moderna.
El viernes 13 de noviembre, en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, dentro de la Ciudad del Vaticano, el Secretario de Estado transmitió a la AMCI el «más vivo ánimo para proseguir vuestra misión» de parte del pontífice Benedicto XVI.
«El Papa precisó el purpurado os acompaña con la oración, y a vosotros que formáis parte del Consejo Nacional os envía su bendición, extendiéndola a todos los socios».
Abordando los desafíos de la modernidad, el cardenal Bertone recordó que «la actividad del médico católico se revela útil no sólo para los fines de la salud física, sino también, en cierto modo, de la salud moral y espiritual del paciente».
Y ello, continuó, porque «cuerpo y espíritu están en el hombre tan unidos, que el uno influye en el otro, y vuestra tarea principal es tutelar y promover la vida en su realización integral».
El cardenal se refirió a la crisis de civilización que caracteriza a nuestro tiempo, en el que «la misma medicina, que por su naturaleza debe tender a la defensa y al cuidado de la vida humana, en algunos de sus sectores se presta cada vez más a realizar actos contra la persona».
En este sentido, destacó «la urgencia de educar en la cultura de la vida».
«Por una parte, se asiste a la eliminación de vidas humanas nacientes o que se encuentran en el ocaso; por otra, a la conciencia le resulta cada vez más difícil distinguir el bien del mal en lo que afecta al mismo valor fundamental de la vida humana», explicó.
Refiriéndose a la Caritas in veritate, el Secretario de Estado vaticano denunció la «concepción material y mecanicista de la vida humana» que reduce el amor sin verdad a «una cáscara vacía que llenar arbitrariamente» y puede comportar efectos negativos para el desarrollo humano integral.
Según el purpurado, para educar en la cultura de la vida, es necesario «poder contemplar en todo ser humano el reflejo de la belleza y del amor de Dios».
Porque «sin Dios, el hombre deja de percibirse a sí mismo como misteriosamente otro respecto a las diversas criaturas terrenas, y es considerado como uno de tantos seres vivos, como un organismo que, como mucho, ha alcanzado un estado muy elevado de perfección», señaló.
En referencia a la Evangelium vitae del Papa Juan Pablo II, el cardenal Bertone destacó que es «propiamente en la distancia entre Dios y el hombre» donde «se encuentra el motivo que lleva a perder el valor de la vida humana con la consiguiente presunción de poderla gestionar ignorando al creador».
En este contexto, el Secretario de Estado vaticano denunció el aborto y las muertes a causa del hambre. «Hay vidas que no son noticia y cuya pérdida no da sobresaltos», lamentó.
«Hay batallas sacrosantas para salvar la vida de condenados a pena de muerte y para salvaguardar el derecho a la vida también de quienes han cometido graves delitos añadió, mientras se considera legal y justa la muerte de inocentes, con leyes aprobadas por mayorías en Parlamentos civiles».
«La emotividad o las ideologías y las razones políticas sustituyen en la práctica a la conciencia rectamente iluminada», constató.
En respuesta a los que pretenden sustituir a Dios con su propia autonomía, el cardenal Bertone propuso «el testimonio de los creyentes que reafirman la primacía de Dios sobre todo: éste es de hecho el único camino que conduce al hombre a su plena realización».
[Traducido del original italiano por Patricia Navas]
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