CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 8 julio 2005 (ZENIT.org).- Entre otras cuestiones, el Sínodo de los obispos sobre la Eucaristía tratará de comprender por qué hay tantos católicos que se acercan a este sacramento sin recibir el sacramento de la reconciliación.
«La relación entre Eucaristía y Penitencia en la sociedad actual depende mucho del sentido de pecado y del sentido de Dios. La distinción entre bien y mal frecuentemente se transforma en una distinción subjetiva», explica el «Instrumentum laboris» (documento de trabajo) en el que se basará la asamblea.
El texto, presentado este jueves en el Vaticano, constata en los números 21, 22 y 23, que «el hombre moderno, insistiendo unilateralmente sobre el juicio de la propia conciencia, puede llegar a trastrocar el sentido del pecado».
«En muchos países se ha perdido la conciencia de la necesidad de la conversión antes de recibir la Eucaristía. El vínculo con la Penitencia no siempre es percibido como una necesidad de estar en estado de gracia antes de recibir la Comunión, y por lo tanto se descuida la obligación de confesar los pecados mortales», indica.
Basándose en un cuestionario mundial entre conferencias episcopales, religiosos, laicos…, anexo a los «Lineamenta» (orientaciones) el texto reconoce que «muchos fieles saben que no se puede recibir la comunión en pecado mortal, pero no tienen una idea clara acerca del pecado mortal. Otros no se interrogan sobre este aspecto».
«Se crea frecuentemente un círculo vicioso: no comulgo porque no me confesé, no me confieso porque no cometí pecados».
A estas reflexiones tratarán de dar respuesta los obispos en el sínodo que tendrá lugar del 2 al 23 de octubre sobre el tema «La Eucaristía: fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia».
«Las causas pueden ser diversas, pero una de las principales es la falta de una adecuada catequesis sobre este tema», concluye el texto.
«Otro fenómeno muy difundido consiste en no facilitar, con oportunos horarios, el acceso al sacramento de la Reconciliación. En ciertos países la Penitencia individual no es administrada; en el mejor de los casos se celebra dos veces al año una liturgia comunitaria», añade.
De este modo, el documento constata «la gran desproporción entre los muchos que comulgan y los pocos que se confiesan».
«Es bastante frecuente que los fieles reciban la Comunión sin pensar en el estado de pecado grave en que pueden encontrarse. Por este motivo, la admisión a la Comunión de divorciados y vueltos a casar civilmente es un fenómeno no raro en diversos países».
El «Documento de trabajo» sugiere «esforzarse para aumentar las oportunidades de la reconciliación individual recurriendo a la colaboración interparroquial durante el sábado y el domingo y más intensamente en Adviento y Cuaresma».
«Mucho se podría hacer todavía en la predicación y en la catequesis para explicar el sentido del pecado y la práctica penitencial, superando las dificultades debidas a la mentalidad secularizada», propone.
«Se retiene necesario ofrecer la posibilidad de confesarse antes de la Misa --añade--, adecuando los horarios a la situación real de los penitentes, y también durante la celebración eucarística».
«Es necesario estimular a los sacerdotes a la administración del sacramento de la Penitencia, como una ocasión privilegiada para ser signos e instrumentos de la misericordia de Dios», dice por último este apartado.
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