Entrevista a don Laurent Touze, docente de teología espiritual
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 14 de marzo (ZENIT.org). – Juan Pablo II es para el teólogo francés Laurent Touze un maestro de oración y contemplación.
Touze intervino en el congreso «La contemplación cristiana: experiencia y doctrina», organizado por la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz entre el pasado jueves y viernes.
Zenit ha hablado de la dimensión contemplativa del Papa con este sacerdote y docente de teología espiritual en esta universidad de Roma.
--Muchas comunicaciones presentadas en el Simposio presentan a Juan Pablo II como maestro de oración y contemplación. Según usted, ¿cuáles son los rasgos principales de su enseñanza sobre la oración?
--Touze: Entre los muchos rasgos, citaría solamente dos, ya sea por su centralidad como por su belleza; una belleza que anima a rezar.
El primero, Cristo es camino hacia el Padre, por tanto nuestra oración tiene que pasar inevitablemente por Cristo, que encontramos en su Palabra y en la Eucaristía.
El segundo, la nueva evangelización exige de todos los bautizados --sacerdotes, laicos, consagrados-- la propensión a volverse cada vez más almas orantes.
--¿Se trata de una enseñanza doctrinal o predominantemente experiencial?
--Touze: Yo diría que se trata de un magisterio que también nace de la experiencia personal de oración del Papa.
No es que yo me haya encontrado muchas veces con Juan Pablo II, pero cuando he tenido esta suerte, siempre he sentido lo que han dicho muchos otros: es un hombre que reza, que mira los demás con la mirada de la oración. Verdaderamente se percibe que su oración le ayuda a ver a las personas y los acontecimientos grandes y pequeños con los ojos de Dios.
--Un Papa más «silencioso», como el del Gemelli y ahora convaleciente en el Vaticano. ¿Qué nos «dice» sobre la oración?
--Touze: ¡Mucho, sin duda! Desde que el San Padre ha vuelto del hospital, me acuerdo constantemente de lo que me contó un colaborador suyo, que perdió a una hermana en concomitancia con una anterior enfermedad del Papa. Cuando fue recibido poco después por Juan Pablo II, éste le dijo: «La Iglesia necesitaba tu dolor y mi sufrimiento». Precisamente porque ama a Cristo, porque ama la Cruz, el Papa lee su vida con la mirada del contemplativo, y comprende lo que podemos intuir de los planes divinos.
--Si la vida cristiana consiste esencialmente en la contemplación del rostro de Cristo, ¿cómo es posible algo así en medio del ruido cotidiano en que se mueven la mayor parte de los cristianos?
--Touze: La misma pregunta se la han planteado muchos místicos contemporáneos, pues la Iglesia es más conscientes de la llamada universal a la santidad.
Si todos los bautizados --y en particular los laicos, que son la mayoría-- deben ser apóstoles de Cristo y ser santos, entonces deben ser contemplativos, cada uno en el propio entorno familiar y social.
Me viene a la mente el ejemplo de Raïssa y Jacques Maritain [dos de los filósofos más grandes del siglo XX, ndr.]. En su contexto, me es especialmente cercana la figura de san Josemaría Escrivá, que ha guiado por los caminos de la oración de muchas almas que viven en el mundo de las profesiones.
Zenit, ZS05031406
Cortesía de http://www.zenit.org/
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