Celebrado en Roma un congreso con el título «Mujer y cultura de paz»
ROMA, lunes, 14 marzo 2005 (ZENIT.org).- La mujer es protagonista en la construcción de la paz pues es custodia de la vida, han coincidido en señalar expertos de todo el mundo reunidos en Roma.
Fueron congregados por el congreso internacional «Mujer y cultura de la paz», celebrado el 10 de marzo pasado, por el Instituto de Estudios Superiores de la Mujer del Pontificio Ateneo «Regina Apostolorum» y la Universidad Europea de Roma.
La doctora Cristina Zucconi, presidenta del Instituto de Estudios Superiores de la Mujer, inauguró el encuentro constatando que detrás de la violencia hay injusticia y «detrás de la injusticia se oculta siempre un comportamiento injusto, hay siempre una persona injusta».
«Esto quiere decir que la paz no se puede improvisar porque es un estilo de vida orientado a la justicia y al perdón, y es un valor que deber ser transmitido con la educación, desde la infancia en la escuela y en la familia, primera escuela de socialización, y primera y fundamental escuela de paz», concluyó la presidenta del Instituto de Estudios Superiores de la Mujer.
En su intervención, Cristina López Schlichting, periodista de la cadena de radio COPE (España), afirmó que la unidad, el sacrificarse unos por los otros, el compromiso amoroso, hecho testimonio, de una familia cristiana, son los parámetros culturales en cuyo marco se desarrolla una cultura de paz.
«Mi padre y mi madre se han unido para siempre y juntos afrontan las dificultades y dolores, las alegrías de la vida. Los dos son diferentes pero se aman como son y, cuando se equivocan, piden perdón. ¿Se puede imaginar un mayor testimonio en favor de la paz?», se preguntó la periodista de la COPE.
«No se trata de un moralismo o de una educación en valores genéricos --aclaró--. La atracción que la voluntad experimenta por la belleza cristiana nace de un encuentro, de la atracción hacia otra persona, del modo de vivir de un marido o de una esposa», añadió.
«Este es el método cristiano. Los apóstoles no seguían a Cristo porque considerasen interesante su discurso sino porque intuían una libertad, una grandeza, una misericordia distinta de la que habían visto en otros que habían conocido antes».
López Schlichting se mostró preocupada por el hecho de que el matrimonio, entendido cristianamente, muestre señales de grave decadencia en Europa. En 2001, en la Unión Europea, la media era de cinco matrimonios cada mil habitantes. Sólo en España, en el año 2000, hubo 44.944 separaciones y 27.258 divorcios.
Entre los efectos de separaciones y divorcios, la periodista subrayó la depresión de los hijos de separados, con problemas derivados de la falta de modelos de referencia, paternos y maternos.
Aumentan las familias monoparentales, añadió López Schlichting, «que es un modo "snob" para decir familias divididas». En España hay ya 310.000.
Los índices de fecundidad que, según la periodista, «son un indicador de la salud de la familia», en España, en 2000, fueron los más bajos de Europa, con 1,2 hijos por mujer. Es decir, que hace veinte años la fertilidad en España era la segunda más alta de Europa, con 2,2 hijos por mujer, superada sólo por Irlanda, con un índice de 3,3.
López Schlichting concluyó enumerando las numerosas cualidades humanas y sociales que se encuentran en un matrimonio cristiano: el compromiso de fidelidad, el vínculo claro e indisoluble, y la apertura a la vida, como ejemplo de la disponibilidad a los designios del Señor.
El padre Paolo Scarafoni, L.C, rector del Ateneo Pontificio que acogió el congreso, al tomar la palabra recordó que «el mal no se vence con el mal».
«El mal se verifica cuando las personas se sustraen a las exigencias del amor. El bien, en cambio, nace del amor, se manifiesta como amor y está orientado al amor», explicó el rector.
De aquí el papel de la mujer. Scarafoni recordó que «la cultura del amor pasa de una generación a otra, sobre todo por obra de las mujeres. El Papa lo ha subrayado en su último libro «Memoria e identidad».
«Si la familia humana puede vencer el mal con el bien –subrayó Scarafoni– dependerá en buena parte del papel que desempeñan hoy las mujeres, en la transmisión de la ley moral, en la educación para una cultura de paz».
«Ningún hombre, ninguna mujer de buena voluntad, pueden sustraerse al compromiso de luchar para vencer el mal con el bien. Es una lucha que se combate válidamente sólo con las armas del amor», concluyó.
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