Escribe a contracorriente y lamenta la hostilidad que recibe al escribir desde un punto de vista católico. Pero asegura que la culpa no es de la sociedad, sino de los propios católicos que viven desganados y apáticos. Juan Manuel de Prada, escritor y provocador, espolea conciencias en esta entrevista.
Oviedo- El escritor intervino hace unos días en el ciclo de conferencias sobre fe, ciencias y expresiones artísticas organizado por el arzobispado de Oviedo. Horas antes de su intervención explicó la visión que un escritor cristiano tiene de su fe, «partiendo de lo que es el acto de la creación artística, que en parte es una emulación de la creación divina. El artista en general siente ese temblor de lo que surge nuevo ante sus ojos. La dedicación al arte no es algo que este alejado de lo religioso, sino que más bien con frecuencia aproxima bastante a lo religioso», asegura.
¿Podría dar unas pinceladas de cómo fue en su caso esa aproximación?
Recibí de mi familia la fe católica, pero hubo un momento en el que rompí con esa fe. No es que llegase a ser una «noche oscura», sino más bien un proceso transformación natural, propio de los años de la adolescencia, y diría que necesario y beneficioso, porque cuando crecemos con esa fe heredada, se corre el riesgo de quedarse en una fe inerte. Es necesario un proceso de purificación y un proceso personal de búsqueda. Si nos conformamos con esa fe heredada no vamos a ninguna parte. Precisamente, creo que uno de los problemas de los católicos de nuestro tiempo es que se conforman con mantener unos ritos más o menos desganados. Llega un momento en el que empiezo a escribir y me doy cuenta de la hostilidad que suscita lo religioso y más concretamente lo católico. Es percibido de manera hostil especialmente por los sectores intelectuales. Es necesario plantar cara a esa corriente gregaria que se dedica a denigrar a la iglesia. De ahí surge un interés de llevar la contraria y de intentar actuar como contrapeso a todas esas voces, pero paulatinamente descubres que ya no te conformas con refutar las falsedades, sino que empiezas a redescubrir tu propia fe.
Llevar la contraria.
Pero, entonces, ¿esa actitud es más por vocación o por provocación?
Bueno, las dos cosas no son incompatibles, ¿no? A Chesterton, muchos de los escritores de su época le decían que él era católico por su gusto por la paradoja, en el sentido de llevar la contraria. Y quizá mi primera aproximación hacia lo católico sí es posible nazca de un instinto de provocación de oponerme a la doctrina imperante. Pero llega un momento en que no sólo sientes la necesidad de combatir los ataques que recibe la Iglesia, sino que no puedes ser neutral; te sientes atraído hacia ella y ahí surge la vocación.
De sus manifestaciones destaca especialmente el énfasis y la extensión que ha dedicado en sus alegatos en defensa de la vida. ¿Existen motivos de historia personal que justifiquen o expliquen esta especial atención a este tema?
Creo que es uno de los temas más candentes de nuestro tiempo, y bueno, cuando nació mi madre, murió mi abuela en el parto. Hoy día, a lo mejor hubieran matado a mi madre y por lo tanto yo no existiría, pero no creo que mi interés nazca tanto de esta circunstancia personal como del hecho de que creo que es el caballo de batalla de nuestro tiempo. El cristianismo siempre ha destacado por aportar ideas nuevas a la sociedad a pesar de que la sociedad se haya empeñado en tacharlas de viejas. Así, en un momento dado de la historia fue el tema de la esclavitud; en otro ayudar a sentar las bases de la democracia; en otro de la justicia social, y hoy en día éste tema es nuestra vergüenza social.
Pablo VI expresó su preocupación respecto a la falta de diálogo entre fe y cultura. ¿Está vigente esta preocupación manifestada a mediados del siglo pasado?
Creo que la situación se ha agravado porque a la falta de diálogo se ha añadido una aversión desde el ámbito de la cultura. Pero tiene una solución y, como siempre, tiene que partir de los cristianos de base. Tenemos que asumir que, si de verdad queremos ser protagonistas de nuestro tiempo, tenemos que tener unas inquietudes intelectuales y culturales. Esto es algo que me preocupa y, citando nuevamente a Chesterton, decía que convertirse al catolicismo era una incitación a pensar de forma más libre y a tener más curiosidad. Veo que muchos católicos españoles viven su religión de una forma muy apática, muy pasiva. Siento que han perdido la curiosidad y con ello la capacidad de influencia en nuestra época, y esto es lo provoca que esa ruptura entre fe y cultura se esté agigantando. Si los católicos no manifestamos un interés cultural desde estos ámbitos, se nos posterga. Es importante que recuperemos posiciones de vanguardia.
Ha dicho que la literatura tiene algo de religión...
A través de la literatura o de cualquier expresión artística, el hombre se revela más que nunca imagen de Dios. El hombre participa de esa capacidad creadora del Dios del Génesis. El acto de crear es en sí mismo un acto religioso. Y, por otro lado, la dedicación literaria tiene algo de vocación religiosa en el sentido de que exige una serie de renuncias, de sacrificios, de preparación; una ascética y una mística.
Sermones aburridos.
Como lector y crítico: ¿qué juicio literario haría de los sermones y de los textos que se utilizan hoy día para la evangelización, especialmente los textos episcopales?
Hay de todo. Y, si me permite, vuelvo a citar a Chesterton. La anécdota surge a raíz de su visita a una iglesia católica en la que asiste a un sermón desastroso, y él se hace la siguiente reflexión: «Una religión que ha sobrevivido dos mil años a ministros tan deplorables como éste, sin duda tiene que ser la religión verdadera». Creo que los sacerdotes en general hacen un gran esfuerzo por aproximarse a la gente que les está escuchando. Y respecto a nuestros obispos y sus documentos, me parece que una de las grandes ventajas de los escritos de nuestros obispos es que la escritura eclesiástica preserva el sabor originario de las palabras, en un mundo en el que el lenguaje está tan banalizado. La formación de sus autores, esa sintaxis latina, todo ello hace que los textos tengan una fuerza primigenia.
¿Qué opina del Plan Ibarreche y de la entrada en la rueda de opiniones de los obispos?
Una vez más se ha actuado de forma poco inteligente al escenificar una división entre los obispos vascos y los no vascos, que no es nada positiva. Si hay una institución que tiene que estar en contra de cierto nacionalismo cerril es la Iglesia católica, porque su vocación es precisamente católica, universal. Por lo tanto, esos postulados nacionalistas no pueden ser defendidos desde el catolicismo. Ahora bien: entiendo que cada uno es hijo de sus padres y de su tierra, y que los vascos tienen una idiosincrasia especial, pero pienso que los obispos no tendrían que escenificar estas diferencias de criterios que puedan tener.
A. V.
Veritas
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |