«¡Quédate con nosotros, Pan vivo bajado del Cielo para nuestra salvación!»
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 25 diciembre 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció Juan Pablo II durante la Misa de Navidad celebrada en la Nochebuena en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
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1. «Adoro Te devote, latens Deitas».
En esta Noche resuenan en mi corazón las primeras palabras del célebre himno eucarístico, que me acompaña día a d...
«¡Quédate con nosotros, Pan vivo bajado del Cielo para nuestra salvación!»
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 25 diciembre 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció Juan Pablo II durante la Misa de Navidad celebrada en la Nochebuena en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
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1. «Adoro Te devote, latens Deitas».
En esta Noche resuenan en mi corazón las primeras palabras del célebre himno eucarístico, que me acompaña día a día en este año dedicado particularmente a la Eucaristía.
En el Hijo de la Virgen, «envuelto en pañales» y «acostado en un pesebre» (cf. Lucas 2,12), reconocemos y adoramos «el pan bajado del cielo» (Juan 6,41.51), el Redentor venido a la tierra para dar la vida al mundo.
2. ¡Belén! La ciudad donde según las Escrituras nació Jesús, en lengua hebrea, significa «casa del pan». Allí, pues, debía nacer el Mesías, que más tarde diría de sí mismo: «Yo soy el pan de vida» (Jn 6,35.48).
En Belén nació Aquél que, bajo el signo del pan partido, dejaría el memorial de la Pascua. Por esto, la adoración del Niño Jesús, en esta Noche Santa, se convierte en adoración eucarística.
3. Te adoramos, Señor, presente realmente en el Sacramento del altar, Pan vivo que das vida al hombre. Te reconocemos como nuestro único Dios, frágil Niño que estás indefenso en el pesebre. «En la plenitud de los tiempos, te hiciste hombre entre los hombres para unir el fin con el principio, es decir, al hombre con Dios» (cf. San Ireneo, «Adversus Haereses», IV,20,4).
Naciste en esta Noche, divino Redentor nuestro, y, por nosotros, peregrino por los senderos del tiempo, te hiciste alimento de vida eterna.
¡Acuérdate de nosotros, Hijo eterno de Dios, que te encarnaste en el seno de la Virgen María! Te necesita la humanidad entera, marcada por tantas pruebas y dificultades.
¡Quédate con nosotros, Pan vivo bajado del Cielo para nuestra salvación! ¡Quédate con nosotros para siempre! Amén.
[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede]