ZENIT.org (Entrevista de Antonio Gaspari y Carmen Elena Villa)
«Lo único que no se le perdona a Ratzinger es que haya sido elegido Papa…» Así termina el libro Attacco a Ratzinger. Acusaciones, escándalos, profecías, complots contra Benedicto XVI, escrito por Paolo Rodari y Andrea Tornielli, y cuya edición en italiano ha sido publicada por Piemme.
Rodari, vaticanista del periódico Il Foglio y Tornielli, vaticanista del periódico Il Giornale, reconstruyen, enriqueciendo con informaciones inéditas, el hecho de cómo la prensa internacional se ha enfurecido contra Benedicto XVI. Ambos estuvieron en el curso The Church up Close que se realizó en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma del 6 al 12 de septiembre, en la que hablaron sobre este tema a los allí presentes.
Para profundizar este tema, ZENIT entrevistó a uno de los autores, Andrea Tornielli, quien ha escrito, entre otros libros, Pio XII. Un uomo sul trono di Pietro (Mondatori 2007) y Paolo VI. L’audacia di un Papa (Mondatori 2009). También es autor del blog Sacri palazzi.
¿Qué cree que hay detrás de los ataques al Papa?
No creo que los ataques vengan de una sola dirección ni que sea un complot. Creo que son varios grupos, varias realidades sueltas y diferentes entre ellas, que tienen un interés que es el de transformar la Iglesia en una secta protestante cualquiera, porque las enseñanzas de la Iglesia molestan.
No me refiero sólo, como muchos podrían pensar, a los temas de ética o de sexualidad sino también a los temas de globalización, desarrollo, defensa del ambiente, política multilateral, entre otras aproximaciones. Estos grupos no necesariamente actúan usando una única orientación pero es claro que critican públicamente y que atacan el Papa. Creo que tienen todo un interés en hacer énfasis a los problemas de la Iglesia como, por ejemplo el escándalo de la pedofilia.
¿Por qué lo atacan? ¿Por qué le han impedido hablar en la Universidad de la Sapienza de Roma en enero de 2008?
Ciertas campañas mediáticas son determinadas por el "hambre" negativo del prejuicio consolidado y para nada corresponden a la realidad que ha dibujado primero el cardenal Ratzinger y luego el Papa Benedicto XVI. Lo quieren hacer ver como un retrógrado conservador, anti liberal y anti democrático.
El caso de la Sapienza es ejemplar porque no sólo fue causado por grupúsculos de estudiantes ideologizados sino también porque investigadores y profesores han "juzgado" a Ratzinger, partiendo de la base de una cita equivocada que fue tomada de Wikipedia (esto debería decirnos algo también sobre el estado de nuestras universidades).
El poder secularizado teme al anuncio de una verdad irreducible, hay lobbies y grupos de poder a los que les molesta la moral cristiana y la enseñanza ética de la Iglesia. En ciertas situaciones la voz de la Iglesia permanece como el único baluarte de una conciencia no anestesiada.
Dice usted que hay ataques externos. ¿Cree que también hay ataques internos?
¡Por supuesto! Esto lo determina un fenómeno que nosotros llamamos una disidencia interna de la Iglesia. Es decir, teólogos e incluso obispos que critican abiertamente algunos aspectos del magisterio de Benedicto XVI. El fin último no son los ataques inconscientes, porque son queridos por alguna maquinaria curial, que facilita algunas crisis que se hubieran podido evitar o apagar a tiempo algunos incendios que en cambio han crecido y se han convertido en un problema más grande.
Siguiendo con el tema, durante el vuelo hacia Portugal el pasado 11 de mayo el Papa dijo «hoy lo vemos de manera realmente aterradora: la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos de afuera, sino que nace del pecado en la Iglesia» ¿Cuáles son esos pecados a los que se refiere el Papa y cuáles son los grupos y las personas que crean enemistades al interior de la Iglesia?
La pregunta fue formulada con referencia explícita a los escándalos de pedofilia que tocan a exponentes del clero. La respuesta del Papa fue dramática. Benedicto XVI ha explicado que el ataque más fuerte ha sido al interior, es el pecado en la Iglesia. En el fondo, la historia nos enseña que en los ataques externos a la Iglesia, siempre hay al final una salida reforzada, quizás luego de largos períodos de dificultad, sino de persecución. El ataque interno la demuele. Ahora no son sólo los tremendos, incluso los "espantosos" episodios del abominable crimen de la pedofilia.
Está también el crecimiento de un pensamiento no católico al interior de la Iglesia católica: una realidad denunciada con extrema lucidez desde el papa Pablo VI que hoy lamentablemente persiste. Me sorprendieron, por ejemplo, ciertas reacciones contra la decisión de Benedicto XVI de liberalizar la misa antigua. Reacciones públicas, venidas incluso de obispos. Los ejemplos serían muchos.
El Papa, en la homilía de la misa en la que se concluía el año sacerdotal el pasado 11 de junio, habló en un tono muy específico de herejías y de la necesidad de usar el bastón contra los lobos que quieren ahuyentar el rebaño. ¿A qué se refería?
En nuestro libro analizamos las crisis de los primeros cinco años de pontificado del Papa Ratzinger, no hacemos una lista de posibles herejías. Quisiera recordar que, lamentablemente hoy se difunden en un modo más o menos subterráneo, ideas e interpretaciones que terminan por minar la fe de la gente sencilla y en general la fe católica a toda costa —debe quizás ser más comprensible un debate entre la coexistencia de interpretaciones diferentes pero esenciales de la fe.
En este sentido, como explicaba el entonces cardenal Ratzinger a los inicios de su mandato como prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, el Magisterio tiene el deber de proteger la fe de los sencillos, de quienes no escriben en los periódicos ni van a hablar en televisión.
En este sentido, el Magisterio tiene un deber —decía— "democrático". Creo que un cambio radical que el Papa impide a todos sea el de ser conscientes de que la Iglesia no está "hecha" por nosotros, no se le puede considerar una empresa, no todo puede quedar reducido a reivindicaciones sobre funciones y ministerios, su vida no puede estar planificada sólo con estrategias pastorales. Si aprendiéramos de este constante llamamiento del Papa, a lo mejor muchos opositores abiertos y ocultos comprenderían que el Papa no es un monarca absoluto, sino que obedece a Jesucristo en la transmisión del depositum fidei.
Regresemos al tema de los ataques que vienen de fuera de la Iglesia: Ratisbona, preservativo, Williamsom, abusos sexuales. ¿Qué tienen en común?
Creo que la única verdad que tienen en común es la de haber trasladado la atención de lo que el Papa verdaderamente quería decir o hacer. Por ejemplo, en Ratisbona. El Papa no estaba hablando contra el Islam sino que estaba haciendo un discurso sobre la fe y la razón. Este discurso pasó a un segundo plano desde el punto de vista mediático. Luego, poco a poco se extendió al diálogo con los intelectuales islámicos.
El preservativo es un tema que el Papa nunca tocó en los discursos que dio en África. Este fue un viaje bellísimo: atención de la gente, participación de la liturgia, mensaje importante en lo que tiene que ver con el trabajo del Sínodo y con los aspectos importantes del desarrollo en África, mensajes importantes sobre el desarrollo de una teología africana. Todo olvidado…
Así, en el caso de Williamsom, una iniciativa como levantar la excomunión, que se trataba de un gesto de reconciliación, fue explicada como una gran crisis en las relaciones con el mundo judío. El elemento en común es que no se transmite el verdadero mensaje del Papa.
¿Cómo presenta el libro el caso de Williamsom?
Allí quisimos evidenciar que hubo un problema que siempre puede ocurrir: la información, que fue expedida desde Suecia, cuando fue transmitida la entrevista, no llegó a tiempo al Vaticano. Cuando se decidió concluir y levantar la excomunión, en aquel momento, ni el Papa ni sus colaboradores conocían la entrevista.
El problema, desde mi punto de vista, es que ocurrió después, es decir, que en aquellos cuatro días que pasaron entre la publicación de la entrevista y el anuncio oficial, el decreto ya había sido entregado. Y en aquel período no se hizo nada. Se podía haber dicho a los lefebrianos: "No lo publiquemos, esperemos un mes", se pudo haber explicado el decreto por un cardenal como Kasper o incluso como el Secretario de Estado que dijera en nombre del Papa que estas cosas que dijo Williamsom son inaceptables, que la Iglesia no las ha creído ni las creerá nunca, que el gesto de levantar la excomunión no tienen nada que ver con estas ideas. La culpa es más nuestra —me refiero a nosotros, los periodistas— pero el Vaticano pudo haber actuado mejor.
Y en el caso de Murphy. ¿Muestran la manera como el New York Times ha manipulado la información?
El problema existe, no son casos falsos sino verdaderos, aunque tengan que ver con el pasado. Es una cosa gravísima pero creo que en muchos casos ha habido falta de competencia y de voluntad de entender la totalidad de los factores y se ha querido, de manera directa y un poco gratuita, llegar rápido al Papa, decir que él fue el culpable de esta situación y de este hecho, porque el caso de los documentos del New York Times fueron traducidos con google translator y no correspondían en inglés a lo que en realidad estaba escrito en latín. No estoy juzgando a los otros medios, pero es verdad que hubo una campaña que pretendía llevar la responsabilidad al Papa y que era necesario involucrarlo en esta materia.
¿Cómo analizan las reacciones del Papa frente a estas informaciones distorsionadas?
Creo que hay una gran respuesta del Papa: nunca ha sido la de defenderse atacando a los demás, ni hablando de una campaña mediática de la prensa. Nunca se ha refugiado en las estadísticas como han hecho sus colaboradores. Él ha mostrado a toda la Iglesia y no toda la Iglesia le está haciendo caso.
Él ha mostrado otro punto de vista, que es el de la fe y ha dicho que los ataques más grandes vienen de dentro de la Iglesia. Él llama a éste, un tiempo de gracia y de purificación. Dice «Debemos hacer penitencia y cambiar». Esto yo lo encuentro muy cristiano y muy bello desde el punto de vista del Papa. Me gustaría que esta actitud estuviera más al alcance de todos.
¿Cómo comunicar lo más bello del mensaje del Papa? ¿Cuál es la tarea de los periodistas católicos en el dar a conocer lo más bello que dice en lugar de resaltar lo que dicen otras noticias?
Hablo desde mi experiencia. Yo escribo en un periódico laico, Creo que una perspectiva justa es la de tener en cuenta ciertos títulos, tener en cuenta también ciertas polémicas pero no olvidar nunca el corazón del mensaje.
También porque es necesario recordar que no es verdad que a la gente no le interese el corazón del mensaje. Les interesa más que cualquier cosa. Si uno piensa «La gente está interesada por lo que dice el Papa sobre las parejas homosexuales pero no lo que dice sobre la historicidad de Jesucristo». ¡Al contrario! Hoy hay una ignorancia grandísima de contenidos religiosos. El problema está en que el contenido religioso debe ser expresado, comunicado en modo que resulte interesante. No es cierto que la religión no sea el corazón del mensaje para los lectores.
¿Cómo influyen estos escándalos en el punto de vista del ciudadano común que no necesariamente va a ir a buscar el verdadero mensaje del Papa en el sitio web del Vaticano?
Lamentablemente me di cuenta durante los meses que estuve en Irlanda de algo que no había visto antes, porque en Italia la situación es diferente. He visto cómo una comunicación incorrecta de parte de los medios y de ciertos títulos que vienen citados fuera de contexto, pueden influir sobre la fe de la gente.
Me impresionó porque pensaba que el error de comunicación, el título equivocado manchaba un poco la imagen del Papa, pero confiaba en que esto quedara en los círculos mediáticos y en que la gente tarde o temprano sabría cuál es la verdad. Pero ¡el problema es que la gente no lo sabe! Todos ven la televisión o leen el periódico y terminan por creer que es verdad.
Entonces sí hay una responsabilidad grandísima porque un mensaje equivocado puede tocar la fe de las personas. Creo que es necesario que la Iglesia también lo entienda.
Doy un ejemplo banal: cuando fue publicado El Código Da Vinci, yo di varias conferencias sobre el tema y había muchísima gente con varias preguntas. Conocí a varios sacerdotes que a menudo decían «bueno, es sólo una novela». Ahora, varios años después, hay investigaciones académicas que han demostrado que en Italia, dentro chicos de secundaria, el 25 % están convencidos de que Jesús estuvo casado. ¿Y cuál es la fuente de esta información? No es el párroco, ¡son los medios!
Es necesario darse cuenta de que ciertas mentiras, deben ser combatidas un poco con las mismas armas, no con otras mentiras. Con un mensaje y con un lenguaje que busque el mismo nivel de difusión y de claridad y de interés.
Usted ha escrito sobre un par de libros sobre Pío XII, Pablo VI. ¿Qué relación ve entre los ataques a estos papas y los ataques actuales?
Hay algunas cosas en común, aunque también debo decir que los ataques contra Pío XII vinieron justo después de su muerte, por eso era algo completamente diferente. En cambio los ataques a Pablo VI fueron durísimos en comparación con Ratzinger. La situación hoy es mucho mejor.
Los ataques contra Pablo VI eran feroces, estaban dentro de la Iglesia y eran de una maldad y una fuerza verdaderamente devastadora, tanto que él, después de haber escrito la encíclica Humane Vitae (1968), no pudo escribir más encíclicas para no someter un documento tan autoritario como una encíclica a criticas así de fuertes. Ahora bien, es necesario también tener una visión histórica y creo que hay muchas semejanzas, pero el tiempo es diferente.
Hoy nos encontramos de frente al hecho que para Benedicto XVI hay un prejuicio negativo, que es presentado como retrógrado, como anti democrático y anti liberal y contra la modernidad y esto es, lamentablemente, muy difícil de desmantelar.
En cuanto al caso de Pío XII, se dice que era amigo de los nazis, que era anti semita. Tú puedes escribir lo que quieras, y sacar todos los argumentos que quieras pero es un trabajo dificilísimo, de muchos años, para hacer cambiar poco a poco las ideas. La suerte es que mientras que Pío XII murió sin poder defenderse, Benedicto XVI ha encontrado gente que cuando lo escucha se da cuenta de que el retrato que casi siempre han construido los medios no corresponde a la realidad.
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