almudi.org La pasión de Cristo, el precio del amor de Dios; constata el Papa (2004-09-22)
Medita en el cántico
de san Pedro sobre el sufrimiento voluntario del Salvador
CIUDAD DEL VATICANO,
miércoles, 22 septiembre 2004 (ZENIT.org).-
El rostro desfigurado de Cristo por la pasión es el precio que tuvo que pagar el
amor de Dios por la gravedad del pecado de los hombres, constató Juan Pablo II
este miércoles durante la audiencia general.
El pontífice ref...
almudi.org La pasión de Cristo, el precio del amor de Dios; constata el Papa (2004-09-22)
Medita en el cántico
de san Pedro sobre el sufrimiento voluntario del Salvador
CIUDAD DEL VATICANO,
miércoles, 22 septiembre 2004 (ZENIT.org).-
El rostro desfigurado de Cristo por la pasión es el precio que tuvo que pagar el
amor de Dios por la gravedad del pecado de los hombres, constató Juan Pablo II
este miércoles durante la audiencia general.
El pontífice reflexionó junto a trece mil peregrinos congregados en la plaza de
San Pedro del Vaticano en el cántico que aparece en la primera carta de san
Pedro (2, 21-24), sobre «La pasión voluntaria de Cristo».
En el pasaje, el primer obispo de Roma retomaba citas del canto del Siervo de
Yahvé del profeta Isaías (capítulo 53) para concluir con estas palabras:
«Cargado con nuestros pecados, subió al leño, para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado».
Cristo, como señalan Pedro e Isaías, «emprende el camino espinoso de la pasión,
sin oponerse a la injusticia y a la violencia, sin recriminaciones ni desahogos,
sino entregándose a sí mismo y poniendo su vicisitud en manos "del que juzga
justamente"», constató el Papa.
«Un acto de confianza pura y absoluta que será sellada en la Cruz con las
famosas últimas palabras, gritadas en un acto de extremo abandono en la obra del
Padre: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"».
«No se trata de una ciega y pasiva resignación --aclaró--, sino de una confianza
valiente, destinada a ser ejemplo para todos los discípulos que recorrerán el
camino oscuro de la prueba y de la persecución».
San Pedro en su cántico presenta a Cristo «como el Salvador, solidario con
nosotros en su "cuerpo" humano. Naciendo de la Virgen María, se hizo hermano
nuestro».
«Puede estar por tanto a nuestro lado, compartir nuestro dolor, cargar con
nuestro mal, con "nuestros pecados" --recalcó el Santo Padre--. Pero él es
también y siempre el Hijo de Dios y esta solidaridad suya con nosotros se hace
radicalmente transformadora, liberadora, expiadora, salvadora».
«De este modo, nuestra pobre humanidad es sacada de los caminos desviados y
perversos del mal y reconducida a la «justicia», es decir, al maravilloso
proyecto de Dios».
El cántico de san Pedro termina con la frase «Sus heridas nos han curado».
«¡Vemos así el precio que tuvo que pagar Cristo para curarnos!», reconoció el
obispo de Roma.
La aceptación de la pasión voluntaria de la pasión por amor a la humanidad se
convirtió en uno de los aspectos centrales de la meditación de los primeros
cristianos.
Como ejemplo, el Papa concluyó su intervención citando un pasaje del obispo san
Ireneo de Lyón, mártir fallecido en torno al año 203, quien en su obra «Contra
las herejías» presenta esta escena: «era golpeado y no devolvía los golpes,
mientras sufría no profería amenazas y mientras soportaba una violencia
tiránica, pedía al Padre que perdonara a aquellos que le habían crucificado».
«Nos ha salvado verdaderamente Él, que es Verbo de Dios, unigénito del Padre,
Cristo Jesús, salvador nuestro», concluía el Padre de la Iglesia.
Con su meditación Juan Pablo II continuó con la serie de intervenciones que
viene pronunciando sobre los salmos y cánticos de la Liturgia de las Vísperas.
Pueden leerse en la sección «Audiencia del miércoles» en la página web de Zenit
(www.zenit.org).