almudi.org El cardenal Barbarin explica los motivos y los frutos del viaje papal a Lourdes
No se puede entender sin el
misterio de la Inmaculada, aclara
LOURDES,
lunes, 16 agosto 2004 (El cardenal Philippe Barbarin, arzobispo de Lyón y
primado de las Galias, presidió este año la tradicional Peregrinación nacional
francesa del 15 de agosto a Lourdes que en esta ocasión tuvo un invitado
especial, Juan Pablo II.
En esta entrevista, el purpurado de...
almudi.org El cardenal Barbarin explica los motivos y los frutos del viaje papal a Lourdes
No se puede entender sin el
misterio de la Inmaculada, aclara
LOURDES,
lunes, 16 agosto 2004 (El cardenal Philippe Barbarin, arzobispo de Lyón y
primado de las Galias, presidió este año la tradicional Peregrinación nacional
francesa del 15 de agosto a Lourdes que en esta ocasión tuvo un invitado
especial, Juan Pablo II.
En esta entrevista, el purpurado de 53 años, reflexiona sobre los motivos de la
visita del Papa, la celebración del 150 aniversario de la definición del dogma
de la Inmaculada Concepción, así como en sus frutos.
--¿Qué le diría a un joven que le pregunta qué es el misterio de la
Inmaculada Concepción?
--Cardenal Barbarin: Comencemos con la voz que se escuchó cuando Jesús salió de
las aguas del Jordán: «Este es mi Hijo amado» (Mateo 3, 17). Lo que Dios ha
querido dar a los hombres ha tenido lugar a través de Jesús, el único Mediador.
Todo (el perdón de los pecados, la justicia y la paz, la pureza del corazón, la
santidad, la victoria sobre la muerte) lo recibimos por el bautismo, que
constituye nuestro renacimiento. «No te asombres de que te haya dicho: tenéis
que nacer de lo alto», decía un día Jesús a Nicodemo (Juan 3, 7). Se comprende
así que Dios haya querido hacer este regalo a la Madre de su Hijo
anticipadamente. Incluso antes de que Dios haya salvado al mundo con la pasión y
resurrección de Jesús, en el momento en que la vida de María fue concebida en el
seno de su madre, ya es «toda santa». No ha habido nada que la haya manchado o
dañado. Por eso, el ángel Gabriel, en su saludo, dice: «Alégrate, llena de
gracia...» (Lucas 1, 28). Por más que estudiemos y analicemos su vida, no
veremos más que amor.
--¿Cuál es el mensaje esencial de la presencia del Papa en Lourdes?
--Cardenal Barbarin: Juan Pablo II ha venido con motivo del 150 aniversario de
la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción por su predecesor, el
beato Pío IX (8 de diciembre de 1854). Nos ha ayudado a profundizar en todo
aquello de nuestra fe que tiene que ver con la Madre de Dios. Después de haber
recordado su papel en nuestra salvación, el Concilio Vaticano II nos ha enseñado
a ver el lugar que tiene María en la Iglesia y en el camino de los hombres.
Uno de nuestros cánticos menciona este tema: ella es «la primera en el camino».
Gracias al ejemplo y a la vida de María, el Santo Padre nos ayuda a ver toda la
luz que Dios puede infundir en un corazón humano. Para nosotros es algo
estimulante y nos llena de esperanza.
El Papa ha rezado también con nosotros el Rosario, meditando los misterios
luminosos que propuso hace dos años. Jesús es «la luz del mundo» (Juan 8, 12).
Todos los que se acercan a Cristo, los que le aman y le siguen, los que
participan en su misión y pasión, reflejan esta luz sobre el mundo. También en
este caso podemos decir que María es la primera.
Hemos visto también al Santo Padre como un enfermo entre los enfermos que todos
los años vienen a Lourdes en gran número. Esto ha alentado su esperanza y nos
ayuda a amarles con más ternura y a darles todo el papel que les corresponde en
nuestra sociedad, y ante todo en nuestras comunidades cristianas.
--¿Qué impulso puede dar este acontecimiento a la vida de la Iglesia católica
en Francia?
--Cardenal Barbarin: Para responder habría que ser adivino. Yo diría que cuando
el pueblo cristiano se reúne en torno a su pastor es estimulado, pues se
manifiesta su unidad y su comunión en la fe. La predicación del Evangelio, la
enseñanza de la Iglesia, son un buen alimento para nuestros corazones y nuestras
inteligencias. La Iglesia siempre tiene necesidad de ser despertada.
Yo creo mucho también en la gracia de María propia de este día y de este lugar:
¡qué dulzura, qué humildad hay en los acontecimientos de Lourdes y en el rostro
de la pequeña Bernadette! ¡Qué fiesta tan bella, este 15 de agosto, solemnidad
de la Asunción de María, que constituye como una cumbre espiritual en medio del
verano. Es el día en el que escuchamos proclamar el Evangelio del «Magnificat»,
un grito de alegría totalmente puro. María exulta pues ve todo lo que Dios hace
entre nosotros, todo lo que le permite vivir, a ella, tan pequeña.