Almudi.org Trastornos y estilos de vida
Ignacio Aréchaga
(29-VII-2004) En la heterogénea sociedad de hoy, los grupos
que de un modo u otro se apartan de lo normal ya no pretenden solo que les dejen
vivir en paz. Aspiran a ser considerados como un "estilo de vida", minoritario
pero digno de respeto, una opción vital que responde a una tendencia peculiar
tan natural como otras. La configuración como estilo de vida crea el sentido de
pertenencia a una comun...
Almudi.org Trastornos y estilos de vida
Ignacio Aréchaga
(29-VII-2004) En la heterogénea sociedad de hoy, los grupos
que de un modo u otro se apartan de lo normal ya no pretenden solo que les dejen
vivir en paz. Aspiran a ser considerados como un "estilo de vida", minoritario
pero digno de respeto, una opción vital que responde a una tendencia peculiar
tan natural como otras. La configuración como estilo de vida crea el sentido de
pertenencia a una comunidad con rasgos propios, con prácticas compartidas y
defendidas con orgullo. Solo una fobia podría explicar la descalificación de
esta tendencia como trastorno y los intentos de apartar a alguien de esta
comunidad.
Como era inevitable, también jóvenes afectadas de anorexia
están dispuestas a defender su peculiar inclinación como un "estilo de vida".
Según una reciente noticia, han creado webs para propagar la teoría de que su
delgadez no es muestra de un trastorno alimentario sino una opción más. En estas
webs comparten fotos de sus ídolos, dietas para adelgazar más, trucos para
engañar a padres y médicos que intentan recuperarlas. Y exigen tolerancia para
un estilo de vida libremente elegido. Si otros consideran antinatural su
delgadez, lo que a ellas les pide su naturaleza y el espejo es comer poco. Ellas
se ven gordas, ¿qué les importa a los demás?
Su discurso no es muy distinto de otros que hoy tienen carta
legal y relieve mediático. Pero hay quien sigue empeñado en salvar a las
anoréxicas. La ONG "Protégeles", dedicada a perseguir crímenes contra niños en
Internet, y el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, han conseguido
cerrar más de treinta de estas páginas españolas, para lo que han contado con el
apoyo de los principales proveedores de servicios en Internet. Lo peor, declara
a El País (9-VI-2004) Guillermo Cánovas, presidente de esta ONG, es que estas
páginas "fomentan el sentido de pertenecer a un grupo", lo que aumenta su riesgo
y dificulta aún más la recuperación de las anoréxicas. Sin embargo, estas webs
no son ilegales, y aunque las consultan muchas menores de edad, en otros casos
son mayores de 18 años. Pero los que quieren cerrarlas han dictaminado que estas
webs no defienden un estilo de vida sino un atentado contra la salud, y están
dispuestos a prohibirlas modificando la ley si es preciso. Por esta vez, se ha
visto que la invocación de un "estilo de vida" no es suficiente para alentar una
tendencia que se aparta peligrosamente de la vida normal.
Otro "estilo de vida" que sigilosamente se ha abierto camino
en Europa a través de la inmigración africana es la poligamia. En Francia los
inmigrantes que deseaban ir trayendo a más de una mujer desde su país de origen
utilizaban los mecanismos de la reagrupación familiar, que permiten traer al
cabo de cierto tiempo al cónyuge y a los hijos. Pero la comprensión
multicultural tropezó aquí con un límite: desde las feministas extremas a los
defensores del matrimonio hubo coincidencia en que la poligamia atentaba contra
la dignidad de la mujer y contra las características esenciales del pacto
conyugal. Así que ya en 1993 la ley prohibió la reagrupación familiar de varias
esposas, y denegó la renovación del permiso de residencia al jefe de familia
polígamo.
Pero aunque la ley no lo reconozca, en Francia hay "tríos de
hecho" entre familias inmigrantes (entre diez mil y veinte mil familias, según
algunas estimaciones). No debe de ser fácil, pues no es lo mismo ser polígamo en
una aldea africana, donde cada esposa puede tener su propia casa, que en un
reducido apartamento de un barrio extremo parisino. En cambio, las generosas
prestaciones que el Estado francés da a las madres y a sus hijos, sea cual sea
su estado civil, pueden ser una buena ayuda para la economía de la familia
polígama.
En estos tiempos en que se admiten tan diversas formas
familiares y en que se equiparan las uniones de hecho con el matrimonio legal,
cabría pensar que también las uniones polígamas tendrían derecho de ciudadanía y
acceso a todas las ventajas del matrimonio. Pero no. Una diputada de la mayoría
gubernamental, Chantal Brunel, va a presentar una proposición de ley para
reforzar la lucha contra la poligamia (Le Monde, 1-VI-2004). Su propuesta es
aplicar a los extranjeros que viven con varias esposas las sanciones previstas
para el delito de ayuda a la entrada o a la residencia irregular, delito que
puede ser penado con cinco años de prisión y una multa de 30.000 euros.
Al mismo tiempo hay que atacar a la poligamia por la bolsa.
Por eso se propugna que los extranjeros que vivan en poligamia queden excluidos
de las prestaciones familiares. En definitiva, se trata de enviar una señal
inequívoca de que se ha acabado toda tolerancia en este asunto y que hay que
aplicar la ley de la manera más firme.
Esperemos que no salga un alcalde dispuesto a escenificar un
matrimonio polígamo con el fin de hacer evolucionar la ley y reconocer lo que de
hecho se da. Pero así como hay quien defiende que en el matrimonio ya no importa
el género, habrá otros que mantendrán que tampoco importa el número. A fin de
cuentas, la poligamia puede invocar una tradición más arraigada que otras nuevas
formas familiares.
© Aceprensa