Almudi.org Mensaje de Pascua de Juan Pablo II
1. «Surrexit Dominus de sepulcro qui
pro nobis pependit in ligno» (de la Liturgia). «Ha resucitado del sepulcro el
Señor, que por nosotros fue colgado de la cruz». ¡Aleluya! Resuena alegre el
anuncio pascual: ¡Cristo ha resucitado, ha resucitado verdaderamente! Él que
«padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado», Jesús,
el Hijo de Dios nacido de la Virgen María, «resucitó al tercer día, seg...
Almudi.org Mensaje de Pascua de Juan Pablo II
1. «Surrexit Dominus de sepulcro qui
pro nobis pependit in ligno» (de la Liturgia). «Ha resucitado del sepulcro el
Señor, que por nosotros fue colgado de la cruz». ¡Aleluya! Resuena alegre el
anuncio pascual: ¡Cristo ha resucitado, ha resucitado verdaderamente! Él que
«padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado», Jesús,
el Hijo de Dios nacido de la Virgen María, «resucitó al tercer día, según las
Escrituras» (Credo).
2. Este anuncio es el fundamento de
la esperanza de la humanidad. En efecto, si Cristo no hubiera resucitado, no
sólo sería vana nuestra fe (cf. 1 Co 15,14), sino también nuestra esperanza, porque
el mal y la muerte nos tendrían a todos como rehenes. «Ahora, en cambio,
--proclama Liturgia de hoy-- Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicia
de los que han muerto» (1 Co 15,20). Con su muerte, Jesús ha quebrantado y
vencido la férrea ley de la muerte, extirpando para siempre su raíz ponzoñosa.
3. «¡Paz a vosotros!» (Jn 20,19.20).
Éste es el primer saludo del Resucitado a sus discípulos; saludo que hoy repite
al mundo entero. ¡Oh Buena Noticia tan esperada y deseada! ¡Oh anuncio consolador
para quien está oprimido bajo el peso del pecado y de sus múltiples
estructuras! Para todos, especialmente para los pequeños y los pobres, proclamamos
hoy la esperanza de la paz, de la paz verdadera, basada en los sólidos pilares del
amor y de la justicia, de la verdad y de la libertad.
4. «Pacem in terris...». «La paz en
la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es
indudable que no puede establecerse ni consolidarse sino se respeta fielmente el
orden establecido por Dios» (Encíclica «Pacem in terris», Introducción). Con
estas palabras comienza la histórica Encíclica, con la cual hace cuarenta años
el beato Papa Juan XXIII indicó al mundo el camino de la paz. Son palabras
actuales como nunca al alba del tercer milenio, tristemente oscurecido por
violencias y conflictos.
5. ¡Paz en Irak! Que con la ayuda de
la Comunidad internacional, los iraquíes se conviertan en protagonistas de una
reconstrucción solidaria de su país. Paz en las otras regiones del mundo, donde
guerras olvidadas y conflictos solapados provocan muertos y heridos entre el
silencio y el olvido de no poca parte de la opinión pública. Con profunda
tristeza pienso en las huellas de violencia y de sangre que no parecen tener
fin en Tierra Santa. Pienso en la trágica situación de no pocos Países del
Continente africano, que no puede ser abandonado a su suerte. Tengo bien
presentes los focos de tensión y los atentados a la libertad del hombre en el
Cáucaso, en Asia y en América Latina, regiones del mundo queridas igualmente
por mí.
6. Que se trunque la cadena del odio
que amenaza el desarrollo ordenado de la familia humana. Que Dios nos conceda
ser liberados del peligro de un dramático choque entre las culturas y las
religiones. Que la fe y el amor a Dios hagan a los creyentes de cada religión
valientes artífices de comprensión y perdón, pacientes constructores de un
provechoso diálogo interreligioso, que inaugure un era nueva de justicia y de
paz.
7. Como a los Apóstoles asustados en
la tempestad del lago, Cristo repite a los hombres de nuestro tiempo: «¡Ánimo,
soy yo, no temáis!» (Mc 6,50). Si Él está con nosotros, ¿por qué tener miedo?
Aunque parezca muy oscuro el horizonte de la humanidad, hoy celebramos el
triunfo esplendoroso de la alegría pascual. Si un viento contrario obstaculiza
el camino de los pueblos, si se hace borrascoso el mar de la historia, ¡que
nadie ceda al desaliento y a la desconfianza! Cristo ha resucitado; Cristo está
vivo entre nosotros; realmente presente en el sacramento de la Eucaristía, Él
se ofrece como Pan de salvación, como Pan de los pobres, como Alimento de los
peregrinos.
8. ¡Oh divina presencia de amor, oh
vivo memorial de Cristo nuestra Pascua, Tú eres viático para los que sufren y
los que mueren, para todos eres prenda segura de vida eterna! María, primer
tabernáculo de la historia, Tú, testigo silenciosa de los prodigios pascuales,
ayúdanos a cantar con la vida tu mismo «Magnificat» de alabanza y
agradecimiento, porque hoy «ha resucitado del sepulcro el Señor, que por nosotros
fue colgado de la cruz».
Ha resucitado Cristo, nuestra paz y
nuestra esperanza.
Ha resucitado. ¡Aleluya!
[Traducción distribuida por la Sala
de Prensa de la Santa Sede]