Arvo.net
«La conversión es como salir a través de una chimenea de un mundo de espejos donde todo es una caricatura absurda, para entrar en el auténtico mundo creado por Dios; es entonces cuando empieza el delicioso proceso de explorarlo sin límites» (Evelyn Waugh).
Se ha celebrado en Pamplona el XXXI Simposio Internacional de Teología con la participación de unos trescientos expertos de varios países. El tema es de gran actualidad: Conversión cristiana y evangelización. Se ha estudiado el fenómeno religioso de la conversión desde diversas perspectivas: como hecho religioso y como realidad histórica; desde el derecho y la libertad religiosa; también desde la psicología y la sociología.
El arte sea literatura, música o plástica es un reclamo importante para llegar desde la belleza a Dios, según describía el escultor japonés Etsuro Sotoo, que trabaja desde hace años en el Templo expiatorio de la Sagrada Familia. Reconocía que llegó desde la admiración ante la belleza en la escultura de Gaudí al sentido religioso, específicamente católico, que movía su arte. Con el tiempo y el testimonio de amigos creyentes la escultura ha sido el camino de su encuentro con Jesucristo. Empezó respetando la realidad o estructura de la piedra, según decía, y se vio como colaborador libre en el desarrollo de la Creación de Dios. Hoy es un ferviente católico.
Algunos pueden tener la sensación de que disminuye el interés por la religión y que el cristianismo no está de moda, pero la realidad lo desmiente en forma de conversiones a la fe católica desde otras religiones. Por ejemplo, en los últimos años los católicos en África han crecido un 33 por ciento, y en el mundo un 11,55, siendo actualmente la religión más numerosa del planeta, con 1.165 millones de fieles. En Europa también ha crecido el número de católicos 1,17 %, siendo 283 millones y representando el 40 % de la población. A ellos habría que sumar las diversas confesiones surgidas de la reforma luterana, para situar el cristianismo como la religión mayoritaria, también en el viejo continente.
Pero refiriéndonos a personas concretas vamos a recordar a Magdi Allam que procede del islam. Otros vuelven a la Iglesia después de años de alejamiento sin practicar, como el caso de Alessandra Borguesse, o el editor Leonardo Mondadori. También aumentan los casos de confesiones cristianas que desean ser recibidos en la Iglesia católica.
Conversiones actuales
Todos esos casos son distintos y personales aunque tienen algunos rasgos comunes, como son la inclinación de los conversos hacia el catolicismo por ver su nivel religioso y moral. Muchas veces se añade también el ejemplo de católicos practicantes, que ha facilitado el acercamiento efectivo recibiendo más información y adecuada formación. Para no alargarnos solamente nos referiremos aquí a algunos de ellos.
Los medios de comunicación se hicieron eco de la conversión del periodista Magdi Allam, nacido en Egipto y residente en Italia desde hace años. En su tierra fue educado en la fe musulmana, pero en Italia ha visto el ejemplo de católicos consecuentes con la fe, y además el atractivo humano e intelectual de los Papas Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Su conversión ha sido un proceso de acercamiento a los planteamientos católicos sobre la vida y la verdad así como el rechazo de la violencia. Durante años ha sido subdirector en el diario Il Corriere de la Sera, escribiendo y dialogando sobre el islam.
En la Vigilia Pascual de 2008 fue bautizado por Benedicto XVI y eligió el significativo nombre de Magdi Cristiano Allam, significando que no renuncia a sus raíces musulmanas pero sí descubre que ser cristiano es el centro de su vida, la razón que le permite asumir su pasado y proyectarse al futuro en un acto de plena libertad. Sabe que su conversión significa riesgo para su vida, y lo explica en una carta publicada en el diario donde trabaja: «Para mí ha sido el día más hermosos de mi vida. Conseguir el don de la fe cristiana el día de la Resurrección de Cristo, de manos del Santo Padre es, para un creyente, un privilegio inigualable y un bien inestimable. ( ) El milagro de la resurrección de Cristo ha reverberado en mi alma, librándola de las tinieblas de una predicación donde el odio y la intolerancia con los diferentes, condenados acríticamente como enemigos, prevalecen sobre el amor y el respeto del prójimo que es siempre y en todas partes persona. ( ) En mi primera Pascua como cristiano, no sólo he descubierto a Jesús, sino que he descubierto por primera vez el verdadero y único Dios, que es Dios de la Fe y de la Razón».
Su conversión al catolicismo es el punto de llegado de una gradual y profunda meditación interior, que ya explicaba en una obra suya titulada Vencer el miedo, donde invita a perder el miedo a los terroristas que asesinan en nombre de Alá, al islam considerado en bloque como religión del odio, y a ciertos pensadores cuando consideran que Occidente tiene la culpa de lo que está pasando. Por el contrario, propone apostar por la libertad y por la razón que están en la base de nuestra civilización cristiana.
Allam no espera un choque de civilizaciones, porque sabe que hay una reforma ilustrada en el corazón del mundo musulmán, con voces valientes contra el terrorismo, la intolerancia y la sinrazón. Baste recordar la Carta dirigida al Papa Benedicto XVI en 2008 por un centenar de líderes religiosos musulmanes que sostienen la importancia del diálogo basado en la dignidad de la persona humana y en la reciprocidad. Ellos consideran intolerable que los países islámicos prohíban toda otra religión y sus manifestaciones externas, mientras que Occidente les deja plena libertad para construir sus mezquitas y seguir sus costumbres.
Alessandra Borguese, de una familia de la nobleza italiana, ha referido su vuelta a la fe abandonada durante años en dos libros, Con ojos de fe, el primero, y después «Sed de Dios». Una mujer que triunfa en los negocios y en mundo del arte, que convive con sus iguales de la alta sociedad, entre fiestas y viajes. Pero algo muy importante se había dejado por el camino, y sólo empezó a descubrirlo cuando vio el cambio operado en una buena amiga suya, Gloria von Thurn und Taxis que iba a Misa, se confesaba, rezaba y ayudaba al prójimo, con la misma naturalidad que organizaba fiestas compatibles con sus principios morales cristianos. La fe dormida de la Borguese despertó al descubrir en la Iglesia católica gente culta e inteligente, con quien podía conversar con total apertura de mente, deshaciendo los prejuicios que ven a la Iglesia como una realidad alejada del mundo, del arte y del progreso. Ella admitió con sinceridad que sólo eran una tapadera para excusar enfrentarse a una vida llena de vacío.
Se podrían añadir a estos nombres otros muchos, algunos conocidos, como la actriz italiana Claudia Koll; la somalí Sabatina James, nombre para ocultar a quien se convirtió desde el islam y teme por su vida; el matrimonio Scott y Kimberly Hahn; la niña soldado de Uganda, Agnes Ocitti; o la misionera episcopaliana Linda Anne Poindexter, y un largo etcétera.
Especial importancia tiene en estos tiempos la llamada de grupos anglicanos a las puertas de la Iglesia católica, para ser recibidos como comunidades de ministro y fieles que desean la plena comunión en la fe de Jesucristo. La Santa Sede estudia los cauces eclesiales y jurídicos para recibirlos, viendo el este fenómeno actual la acción del Espíritu Santo en la dirección del Ecumenismo en busca de la ansiada unidad, estudiada con seriedad y solicitada a Dios con fervientes oraciones.
Cristianos en la encrucijada
También nos referimos a otras conversiones publicadas en la obra de Mario Fazio, con el título de Cristianos en la encrucijada, donde analiza una selección de la vida y actividades de intelectuales en los años entre las dos grandes guerras del siglo XX. Cuatro autores son franceses (Berdiaeff, Gilson, Mounier y Maritain), y otros cuatro anglosajones (Chesterton, Belloc, Dawson y Eliot). Todos ellos influyeron en su tiempo y siguen haciéndolo con sus ideas brillantes, válidas también hoy para los cristianos que vivimos en la encrucijada actual. Fueron líderes que escribieron, polemizaron y actuaron en la vida pública. Renovaron el pensamiento cristiano en Francia y en Inglaterra, expandiéndose luego al resto de Europa y de América.
Un primer punto común de sus propuestas fue la afirmación del carácter público del cristianismo, superando la concepción decimonónica liberal de la religión como algo privado, como si fuera algo individual pero sin manifestación social. Es semejante al laicismo actual que influye negativamente en muchos, aunque estimula también a los hombres de fe para dar razón de su esperanza, como vemos en las propuestas de Benedicto XVI.
Y un segundo punto, presente en estos hombres, es la necesaria coherencia entre fe y vida en los creyentes, que subrayan la humanidad de la fe y defienden la vida, la dignidad y libertad de las personas. Percibimos así que el destino de una sociedad depende mucho de minorías creativas, que saben buscar con esfuerzo la verdad y ponerla al servicio de todos los hombres.
En cualquiera de las conversiones se da una transformación positiva, radical y permanente de la persona, y de su vida moral, por el encuentro con Jesucristo. El proceso afecta a la inteligencia, que juzga según los nuevos principios de una fe, pero también a la voluntad que aspira con nuevo vigor a lo que antes no apetecía. Además, siempre hay un auxilio de la gracia de Dios para que el hombre decida libremente creer, porque resultan insuficientes para explicar una conversión otros factores de tipo anímico o psicológico.
No hay conversión sin oración
En medio de tantas conversiones o rectificaciones a lo largo de la historia, destaca como rasgo común la actitud abierta de la persona al misterio, cuando busca sinceramente la verdad. Dicho de otro modo, el despertar de una fe dormida no surge por generación espontánea, sino que requiere la libre cooperación de la persona, con una apertura que lleva a la oración.
Se trata de una disposición activa, lejos de la pasividad de quien espera cruzado de brazos, que los creyentes le demuestren palmariamente los contenidos de la fe, o que Dios se le manifieste con más claridad. En cambio, la buena disposición para la oración, abre el círculo vicioso de la fe dormida cuando grita aquello de «¡Creo, Señor; ayuda mi incredulidad!», exclamación de un padre angustiado por su hijo poseído por un mal espíritu. El dolor y la necesidad le hace ser consciente de su pequeñez ante problemas que le superan, sobre todo los relacionados con la enfermedad, la vida y la muerte.
Quien se ve incapaz de rezar por lo menos debería desearlo y poner algo más de su parte, orando con espontaneidad como persona necesitada de ayuda, o apoyándose en las oraciones de siempre, como el Padrenuestro o el Avemaría, y tantas otras, que no conviene desechar como infantiles, porque vienen de Dios y encierran todo lo que necesitamos y podemos esperar.
«Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría», decía Teresa de Lisieux. Porque la oración es hablar con Dios como hijos suyos, orientada unas veces a pedirle los bienes espirituales o materiales que creemos necesitar, y otras a contemplar sus misterios. La oración de petición es la forma más habitual y espontánea de oración, cuando reconocemos nuestra limitación para administrar los dones recibidos de Dios Padre.
La oración que busca a Dios se desarrolla en un clima de confianza y se mantiene en el tiempo con la perseverancia, como muestra tantas veces el Evangelio, por boca del mismo Jesucristo: «Qué padre de entre vosotros, si un hijo suyo le pide un pez, en lugar de un pez de da una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le da un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará el espíritu bueno a los que se lo piden?».
San Agustín también invita a ser perseverantes en la oración, con la seguridad de que al fin recibiremos: «Rogué una vez, dos, tres, diez, veinte veces, y no recibí nada. No ceses, hermano, hasta que recibas; el fin de la petición es el don recibido. Cesa cuando recibas; más aún, ni siquiera entonces ceses, sino persevera todavía. Si no recibes, pide para que recibas; cuando recibas, da gracias por haber recibido».
Quienes tienen fe saben que Jesucristo pide al Padre con nosotros que nos sea concedido lo conveniente para la salvación, proporcionando así la mayor seguridad de recibir. Y en el caso de quienes tienen la fe dormida o se apartan de la gracia de Dios, también son escuchadas sus oraciones y peticiones. Por eso todos tenemos que perseverar en la oración sin cansarnos de ella, aunque parezca que Dios no escucha, porque quizá espera más perseverancia o mayor rectitud en nosotros. El caso personal de Ingrid Betancourt, ya mencionado, muestra el camino que lleva desde la necesidad a la confianza, y también la perseverancia que transforma a la persona hasta redescubrir la fe y agradecerla a la Virgen María.
Jesús Ortiz López. Doctor en Derecho Canónico
Enlace relacionado:
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |
El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |