Se ha celebrado en Pamplona el XXXI Simposio Internacional de Teología con la participación de unos trescientos expertos de varios países. El tema es de gran actualidad: Conversión cristiana y evangelización. Quizá la palabra más repetida durante las conferencias y coloquios ha sido verdad, porque sin ella el hombre se pierde, y el relativismo se extiende como un cáncer que mina la sociedad.
¿Sigue interesando Dios en siglo XXI?
Hace tiempo que el pensador judío G. Steiner[1] decía que la enfermedad de nuestro tiempo es un vacío moral derivado de la crisis de las grandes religiones: el cristianismo, el judaísmo, el islamismo. Se refiere a los últimos siglos cuando esas religiones han perdido relevancia social en occidente, sobre todo las dos primeras. Y considera que ese vacío, causado por el racionalismo moderno, es llenado por religiones sustitutivas: el marxismo, el psicoanálisis y el estructuralismo, entre otras pseudorreligiones.
Me parece que hace un buen diagnóstico pero la terapia propuesta es insuficiente. Este pensador propone confiar en la capacidad humana para buscar y hallar la verdad, invitando a hacerlo de modo desinteresado y no pragmático. Es una llamada a la responsabilidad de cada uno y especialmente de los agentes sociales más influyentes: intelectuales, comunicadores, políticos, etc. Sin embargo, me parece que su propuesta se queda corta y un tanto abstracta. Lo que él llama nostalgia del Absoluto, para el cristiano es la nostalgia del Dios de la revelación: no es un Dios lejano pues actúa en la historia, que tiene su centro en la Encarnación de la Palabra de Verdad. Es decir, el cristiano no se limita a pensar la verdad, sino que es invitado a adherirse vitalmente a ella, porque es la Persona de Jesucristo, y así se convierte en discípulo.
Conversos de hoy y de ayer
Algunos pueden tener la sensación de que disminuye el interés por la religión y que el cristianismo no está de moda, pero la realidad lo desmiente en forma de conversiones a la fe católica desde otras religiones, como Magdi Allam[2] que procede del islam; desde otras confesiones cristianas, como pastores y feligreses anglicanos que son recibidos en la Iglesia católica; otros, después de años de alejamiento sin practicar, como el caso de Alessandra Borguesse[3], L. Mondadori, o el del actor mexicano Eduardo Verástegui.
En la obra titulada Cristianos en la encrucijada[4] M. Fazio analiza una selección de la vida y actividades de intelectuales en los años entre las dos grandes guerras del siglo XX. Cuatro autores son franceses (Berdiaeff, Gilson, Mounier y Maritain), y otros cuatro anglosajones (Chesterton, Belloc, Dawson y Eliot). Todos ellos influyeron en su tiempo y siguen haciéndolo con sus ideas brillantes, válidas también hoy para los cristianos que vivimos en la encrucijada actual. Fueron líderes que escribieron, polemizaron y actuaron en la vida pública. Renovaron el pensamiento cristiano en Francia y en Inglaterra, expandiéndose luego al resto de Europa y de América.
Un primer punto común de sus propuestas fue la afirmación del carácter público del cristianismo, superando la concepción decimonónica liberal de la religión como algo privado, como si fuera algo individual pero sin manifestación social. Es semejante al laicismo actual que influye negativamente en muchos, aunque estimula también a los hombres de fe para dar razón de su esperanza, como vemos en las propuestas de Benedicto XVI. Y un segundo punto, presente en estos hombres, es la necesaria coherencia entre fe y vida en los creyentes: subrayan la humanidad de la fe y defienden la vida, la dignidad y libertad de las personas. Percibimos así que el destino de una sociedad depende mucho de minorías creativas, que saben buscar con esfuerzo la verdad y ponerla al servicio de todos los hombres.
Caminos para la regeneración moral de la sociedad
El relativismo moral es un cáncer que va minando la salud de la sociedad. Dicen algunos que todas las conductas son equivalentes, y que todas las opiniones son igualmente respetables. Pero eso va contra el sentido común y desvela sus propias contradicciones. En la realidad nadie actúa así, es decir, no le es indiferente que le digan la verdad o le mientan, que le sean fieles o le traicionen, que respeten sus propiedades o se apoderen de sus bienes, que su hija esté embarazada o que no lo esté. Porque, en verdad, todas las personas son igualmente respetables desde el punto de vista ontológico, pero no desde el punto de vista moral. Por eso, hay tribunales para juzgar los delitos y cárceles para protegerse de los ladrones y asesinos. Esos tales han dañado su dignidad moral y la sociedad tiene medios para reeducarlos e intentar integrarlos de nuevo en el camino de las libertades y los derechos.
Javier Gomá ha publicado Ejemplaridad pública[5] para abordar el problema tan actual de una sociedad pluralista sin valores y sin buenas costumbres. El proceso de socialización está fracasando por una mala educación, por falta de ejemplaridad, y por exceso de individualismo. Pues bien, la educación es el gran medio humano para el desarrollo armónico de los jóvenes, el segundo factor de socialización o integración en la comunidad social. Porque el primer factor es, sin duda, la familia, que educa de modo natural, libre y profundo. Por eso las leyes que distorsionan la realidad del matrimonio entre un hombre y una mujer, nivelándolo a otras convivencias alternativas como son las uniones entre homosexuales, esas leyes van sobre todo contra los más jóvenes. Lo mismo podemos decir de las leyes que promueven el divorcio exprés porque generan familias desestructuradas y quitan a los jóvenes los puntos de referencia. No puede extrañar que esos jóvenes desarraigados sin raíces ni valores objetivos caigan en el sinsentido de las drogas o de la violencia.
Al encuentro de Dios
Benedicto XVI recordaba a los participantes en la Jornada de la Familia 2009 de Madrid que la familia es la mejor escuela donde se hacen grandes los pueblos. Así es, porque Dios está en los genes de los hombres y en la raíz de la sociedad[6]. Además la historia de la salvación culminada en Jesucristo sigue desarrollándose a lo largo de los tiempos. Y San Agustín decía que la Iglesia, instrumento universal de salvación, camina en este mundo entre las persecuciones de los mundanos y los consuelos de Dios.
La religión es un encuentro con Dios y el cristianismo con Jesús, Dios encarnado. La iniciativa viene de arriba como propuesta de diálogo amoroso que el hombre puede acoger o desechar, porque es libre. En una reciente obra, Creo pero no practico[7], estudio el panorama de las religiones, las conversiones, y el sentido antropológico de la fe. Me parece que, cuando alguien dice que no practica, es como si pidiera socorro: admite que Dios existe pero no sabe cómo relacionarse con Él en la vida real[8]. Quiere ser una ayuda para superar la credulidad, tan extendida hoy en los horóscopos, el esoterismo y la gnosis, y llegar a la fe como respuesta libre y razonable a la Palabra de Dios.
En resumen, me parece que los creyentes más o menos practicantes podemos aplicarnos en diversa medida aquel pensamiento de Pascal: «No hay más que tres tipos de personas: unas, que sirven a Dios habiéndole hallado; otras, que se empeñan en buscarlo sin haberle hallado; otras, que viven sin buscarle y sin haberle hallado. Las primeras son felices y razonables, las segundas son razonables, y las últimas son desdichadas»[9].
Jesús Ortiz López. Doctor en Derecho Canónico
Notas al pie:
[1] G.STEINER, Nostalgia del Absoluto, Siruela
[2] MAGDI ALLAM, Vencer el miedo. Encuentro, 2008.
[3] A.BORGUESSE, Con ojos nuevos, Palabra, Madrid, 2006; Sed de Dios, Rialp, Madrid, 2007.
[4] M.FAZIO, Cristianos en la encrucijada, Rialp, Madrid, 2008.
[5] J.GOMÁ, Ejemplaridad pública, Taurus, Madrid, 2009.
[6] «El Dios de la Biblia es también el Dios del genoma. Se le puede adorar en la catedral o en el laboratorio, porque su creación es majestuosa, sobrecogedora, complejísima y bella, y no puede estar en guerra consigo misma». F.Collins, Premio Príncipe de Asturias 2001. Cfr. J.R.AYLLÓN, 10 ateos cambian de autobús, Palabra, Madrid, 2009, p.34.
[7] J.ORTIZ, Creo pero no practico, Eiunsa, 2010, 2ª.
[8] Según datos del CIS, 2009, en España, el 76% se define como católico; 15% va a Misa los domingos. Los no creyentes son 14% y los ateos 5%.
[9] B.PASCAL, Pensamientos, Cátedra, Madrid, 1998, n. 160.
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