Hay debates que preferimos ignorar. Cuando en bastantes países desarrollados, sobre todo con el impulso de movimientos feministas y de izquierdas, se están planteando las ventajas e inconvenientes de la educación mixta y de la diferenciada por sexos, en España es una cuestión tabú. Quedan pocos colegios para chicos o para chicas: sin embargo, me consta que las familias que llevan a sus hijos o a sus hijas a esos colegios lo hacen con agrado, están satis...
Hay debates que preferimos ignorar. Cuando en bastantes países desarrollados, sobre todo con el impulso de movimientos feministas y de izquierdas, se están planteando las ventajas e inconvenientes de la educación mixta y de la diferenciada por sexos, en España es una cuestión tabú. Quedan pocos colegios para chicos o para chicas: sin embargo, me consta que las familias que llevan a sus hijos o a sus hijas a esos colegios lo hacen con agrado, están satisfechos.
Una vez más, estamos ante el caso de invocar lo que sucede en otros países cuando nos interesa. En otros países se han planteado las ventajas e inconvenientes de la coeducación o educación mixta, y los de la educación diferenciada por sexo. Han elaborado estudios científicos.
En Canadá, Francia, Gran Bretaña, Australia y Estados Unidos, por citar algunos ejemplos, el debate ha generado medidas que reconocen el derecho a una educación diferenciada, e incluso lo que reconocen es todo un conjunto de ventajas que no se deben esconder. Rosa Montero, en “El País”, llegó a reconocer las ventajas de los colegios para chicas como parte de un nuevo progresismo.
Estados Unidos derogó la coeducación obligatoria en 2002. Los resultados, sobre todo en los colegios para chicas, han sido muy satisfactorios. Ahora el Ministerio de Educación está elaborando un proyecto de ley en el que se obliga a las escuelas públicas a ofrecer programas diferenciados por sexos.
A la pregunta de por qué una educación diferenciada por sexos, la respuesta que se va dando es sencilla: porque, siendo iguales, hay diferencias entre chicas y chicos, y en ciertas edades –sobre todo en la adolescencia- el desarrollo es muy distinto. Si esta conclusión procediera de alguien vinculado a la “derecha” ideológica, podría llamar menos la atención, pero es que procede de sectores feministas y de izquierdas en países desarrollados, y este dato puede dar que pensar a los que, con facilidad, aceptan o no ciertos enfoques en función de que procedan de la izquierda o de la derecha: algo más que lamentable, pero que sucede.
Pedagogos, psiquiatras, psicólogos y muchos más profesionales han publicado sus estudios de que el rendimiento escolar es menor en los colegios mixtos y que las diferencias en el proceso de maduración y aprendizaje aconsejan la educación diferenciada. En España, ahora, alguien debería recordar a ZP que sea moderno: que ofrezca enseñanza pública diferenciada por sexos a quien lo desee y no ponga trabas en los conciertos educativos a los centros que la ofrecen. No nos engañemos: la llave la tiene la sociedad civil, los padres.
Javier Arnal