Vocación de nido.--- Nido no es cama, ni sofá con mullidos cojines, donde uno se amuerma perezosamente. Nido es el lugar donde se está lo justo para nacer, para crecer, y para aprender a volar: para perderle miedo a la altura, y lanzarse finalmente al cielo.
De ahí que la madre tenga vocación de nido. La mujer anida a los hijos, al
marido, y a todos a cuantos ella prohíja con su amor, que no es ablandarlos con
mimos y comodidades. El nido es esa rara forma de ternura que cría fortaleza, de
suavidad que produce reciedumbre, de protección que incita al valor: ¡al valor
de volar!
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Y la madre de Jesús estaba allí (en las bodas de Caná, Juan 2,1).--- María está dondequiera que haya un hogar. En él y a través de él Ella revive el misterio de la Encarnación, alumbra a Cristo en nosotros, lo cría y lo lleva a su madurez. Pero ese ALLÍ, o sea la casa, hemos de realizarla nosotros con la convivencia y el trabajo.
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Y María conservaba todas estas cosas ponderándolas en el corazón (Lc 2, 19).--- En el hogar todo se guarda, todo se recoge, todo se aprovecha, como las sobras de la multiplicación (cfr Lc 9, 17). Pero no es obsesión maniática, ni se conservan las cosas de cualquier modo, sino asociando cada una a la acción humana que le confiere sentido: la fiesta, el juego, la comida, el descanso, la enfermedad. La madre vivifica cada objeto que ordena, haciéndolo crecer en humanidad. Su conservar es, en cierto modo, gestar.
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Y guardaba todas estas cosas en su corazón (Lc 2, 51). Su modo de “guardar” a Jesús era “guardar” sus cosas, administrar todo aquello con que hace su vida: la educación, las costumbres de familia, la comida, la ropa… Cuidando lo que rodea al Hijo, la Madre lo retiene y lo ingresa en su corazón.
Las técnicas y destrezas del hogar son ejercicio de interioridad, pues despiertan el aprecio y la indulgencia hacia aquellos que atendemos. El auténtico servicio, aun en lo más prosaico y material, significa incorporar al prójimo en la propia vida. El cuidado de los enseres nos introduce en sus usuarios. Cuando hay amor de Dios el camino de la utilidad desemboca en la misericordia.
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Toma al niño y a su madre y huye. (El ángel a José, Mt 2, 13).--- ¿Y cómo “tomar” a las personas si no es tomando aquellos objetos con que hacen la vida? Por consiguiente José cargó el burro con enseres, ropa, comida, herramientas, dinero, etc., en una palabra, la casa misma reducida a lo indispensable. Pues “tomar” a las personas es en definitiva hacerse con la casa donde viven.
Pues bien, aparte de cargarla en el burro existen otras formas de “tomar” la casa, y con ella a sus habitantes: administrándola, arreglándola, limpiándola, proveyéndola de lo necesario…
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La ballena de Jonás (Jon 2, 1-11).--- La casa se “come” no sólo la comida, sino el dinero, las fuerzas, el tiempo, la limpieza (pues hay que repetirla), la ropa (pues hay que renovarla), los electrodomésticos (pues hay que repararlos) y tantas otras cosas. Parece una gran boca ávida, que amenaza con devorar a sus habitantes.
Sin embargo no es así. Vividos con sacrificio y creatividad, estas labores engrandecen a quien las realizan. Parecen engullirnos en un primer momento pero luego, como la ballena de Jonás, nos restituyen fortalecidos y con afán de conquista. El hogar parece que gasta pero en realidad gesta.
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El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que toma una mujer y mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta (Mt 13, 33).--- Esta masa representa todos las faenas domésticas. Mediante ellas la mujer toma en sus manos la casa misma, y con ella a sus moradores. Añadiendo la levadura de su feminidad humaniza esta masa doméstica, la informa con su espíritu, la vuelve elástica, homogénea, sabrosa. Hace, en definitiva, como Dios con el barro primigenio, del que sacó al hombre.
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Me disteis de comer…, de beber…, me acogisteis…, me vestisteis…, me visitasteis… (Mt 25, 35-36)..--- La parábola del Juicio Final hace depender la salvación eterna de cosas tales como proporcionar comida, bebida, vestido, compañía, asistencia sanitaria, etc., de modo que las demás obras meritorias deben parecerse a éstas para serlo. La atención al prójimo en su corporeidad se presenta aquí como paradigma de toda obra digna de recompensa divina. No es de extrañar ya que, desde la Encarnación hasta el fin de los tiempos el cuerpo humano es el eje de la Redención: caro salutis est cardo, decían los primeros cristianos: la carne es quicio de la Salvación.
Esta verdad ilumina el valor espiritual de las tareas domésticas, que se encuentran admirablemente reflejadas en la parábola evangélica (comida, bebida, asistencia, curación). En estos trabajos, sencillos y modestos, los cristianos encontramos la pedagogía suprema del misterio Cristo.
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Dándole el pecho, la mujer es para su hijo cocina, cocinera, alimento y recipiente al mismo tiempo. En este gesto resplandece la majestad de la mujer. ¿Y qué son las labores domésticas sino una prolongación, en el espacio y el tiempo, de esta función estrictamente materna? ¿Qué otra cosa es un hogar sino un regazo?
Aunque al varón también incumban las tareas del hogar, porque así lo dicta la justicia y la caridad, lo cierto es que el espíritu materno lo informa todo, como el ungüento del Evangelio: La casa se llenó de la fragancia del perfume (Jn 12, 3).
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
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