Texto de la conferencia pronunciada por Juan Pedro Ortuño, delegado de Medios de Comunicación del Arzobispado de Madrid en V Simposio Internacional Educación y Cine: Expresividad Cristiana en el cine, organizado por la Universidad Católica de Valencia "San Vicente Mártir".
Sumario
Introducción.- 1. Internet y cine: entre evangelización y cultura.- 2. Cine e Internet, finalizados a la evangelización.- 3. Internet, encuentro de "comunicación" y "comunión".- 4. La oportunidad del Cine.- Conclusiones.
Introducción
Una de las características más notorias en la vida de los primeros cristianos es que cambiaron el rostro de la sociedad, y allí donde se hicieron presentes propugnaron un nuevo modo de vivir y una forma nueva de contemplar y juzgar la realidad, asumiendo todo lo bueno de la cultura con la que pudieran encontrarse, dándole su verdadero sentido.
Es un hecho manifiesto, por otra parte, que la Iglesia ha sido a lo largo de la historia entusiasta de los medios de comunicación. Siguiendo a Mons. Romero Pose: "Los cristianos, desde sus orígenes, acogieron sin reservas los medios presentes en el mundo y culturas griega y judía. En Jerusalén, Antioquía, Roma, Alejandría, Cartago o en cualquier otro lugar. El papiro y el rollo eran el soporte necesario para dejar fijado el contenido de la Buena Noticia del Nazareno. Los medios eran comunes, iguales, para todos, lo importante eran los contenidos nuevos". De esta manera, la verdad nueva del cristianismo supo utilizar sin escrúpulos los distintos géneros o instrumentos culturales, poniéndolos al servicio de la expansión o evangelización del cristianismo.
Pero podemos llegar un poco más lejos. El Símbolo comienza confesando la fe en un Dios Creador. La proclamación de este primer artículo del Credo es el presupuesto para poder comprender el mundo como lenguaje de Dios. De un Dios que, al revelarse en la historia, habla a través de mediadores, pero también con la palabra escrita y transmitida a través de distintos instrumentos. La palabra en el ser humano, plasmada a "imagen y semejanza" de Dios, puede expresar la gratuidad, grandeza, poder y belleza que descubre en la creación, y también ayuda al mismo hombre a comunicarse, mediante la imagen y la palabra, a modo de prolongación de la creación.
Por tanto, a nadie se le oculta que en los tiempos recientes los avances en las nuevas tecnologías, o las nuevas formas de realizar cultura en el denominado séptimo arte, por ejemplo, aun cuando puedan dejar velada la consiguiente grandeza humana, reclaman con urgencia la necesidad de la profesión de fe en el único Creador y un renovado cántico a la creación.
1. Internet y cine: entre evangelización y cultura
Evangelizar es anunciar una "buena noticia"; pero una "buena noticia" que no es algo sino Alguien. Anunciar a alguien es hacer real su presencia, ponerle rostro personal y concreto. La misión esencial de la Iglesia es precisamente ésa: hacer real la presencia de Cristo en todo lo humano, hacer que todas las realidades de este mundo sean tocadas, transfiguradas, que sean capaces de mirar y dialogar con ese rostro concreto y personal del Dios que anunciamos. Y fruto de ese diálogo cara a cara, entre todas las realidades temporales y Dios, es ese espacio privilegiado de realización y expresión de lo humano en el que se manifiesta de múltiples maneras el encuentro entre la criatura y el Creador. El cine e Internet son también caminos de realización de ese encuentro, que llega a ser verdaderamente fecundo cuando el arte, en el cine, por ejemplo, se abre a una belleza superior y definitiva, absolutamente trascendente, en la que encuentran su sentido pleno y definitivo.
El camino privilegiado para esta evangelización no puede ser otro que el hombre. Cuando el Vaticano II nos dice que el misterio de hombre "sólo se esclarece a la luz del misterio del Verbo Encarnado" nos está anunciando la buena noticia que es Cristo. En Él, Dios mismo, se ha puesto rostro personal y concreto para entrar en diálogo con el hombre, con todo hombre, y poder ser anunciado, es decir, hacerse presente como Alguien en el corazón mismo de todas las culturas. De esta manera la verdadera cultura se nos muestra más verdadera cuando se deja transfigurar en este diálogo con Dios y no aquella que deforma o cierra el camino de acceso a la trascendencia. Por eso, en el corazón de las culturas siempre han brotado esas preguntas decisivas y radicales para la existencia humana: ¿quién soy yo? ¿cuál es mi origen? ¿hacia dónde voy? ¿por qué y para qué existo? Preguntas de las que, tanto el cine como Internet, dan testimonio.
Pero ninguna cultura ha ofrecido ni ofrece una respuesta global a estas preguntas radicales del hombre. Así, tal y como señaló el que fuera obispo auxiliar de Madrid: "Yendo más lejos de los procesos formales de aculturación del cristianismo, lo que se puede concluir, a la luz de la historia, es que el cristianismo no es una cultura, sino que la historia del cristianismo es la historia de un focus unificador (Cristo resucitado, la Iglesia como garantizadora de la continuidad, la dimensión sacramental), que se va prolongando y expandiendo mediante las más variadas culturas". Por ello es por lo que todas las culturas, es más, todas las expresiones de cultura, entre las que contamos al cine e Internet, se muestran como cauces válidos y complementarios para anunciar en su integridad el mensaje de esta buena noticia que es el rostro de Dios en Cristo. El cine e Internet, como cualquier otro fruto de la inteligencia creadora del hombre, se convierten así en cauces ordinarios por los que el hombre se eleva por el camino de la verdad hasta tocar a Dios y Dios se abaja, por el camino de la belleza, hasta tocar al hombre.
Esto, llevado al mundo de la cultura nos abre un panorama espléndido y, sobre todo, enriquecedor: cualquier realidad puede ser transfigurada a la luz de la fe, es más, debe ser iluminada para alcanzar su verdadero sentido y toda la plenitud de la belleza que lleva potencialmente inscrita en su ser. Cada realidad, también el hombre, es como ese mármol que espera ser despezadazo y cincelado por Miguel Ángel para rescatar al Moisés que lleva dentro. Por eso, el cristianismo es fuente de liberación y el término rescate es lo más evangélico. Y la evangelización debe saber utilizar y aprovechar al máximo esa pedagogía de la belleza que aúnan, tanto el cine como Internet, para conducir al hombre hacia esa verdad plena de sí mismo que sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Por otra parte, reducir la evangelización a parámetros de piedad personal, rituales, o devociones, es reducir la acción de Dios. Él es mucho más grande que todas nuestras devociones juntas (por muy "santas" y populares que sean), que sin ser anuladas, han de buscar un reconocimiento a la totalidad del ser humano.
De esta manera, mientras que al cine se le denomina séptimo arte y, por tanto, estaría inscrito en la cultura como forma de manifestación de las posibilidades insitas en el comportamiento humano (en un país, un entorno, una sociedad, etc.); Internet, en cambio, es mero instrumento o plataforma técnica, donde el elemento ético resulta neutro (un cuchillo no tiene un valor ético, lo tiene el sujeto que realiza una acción con él: puede partir pan, o utilizarlo para cometer un crimen). Así pues, el cine nos pone ante la elección de una postura, un personaje, un argumento es decir, puede transmitir y suscitar un diálogo en torno a ciertos valores, comportamientos éticos, etc. Esto es imposible en Internet, porque éste no implica tanto la conducta humana en cuanto al contenido del mensaje, cosa distinta cuando entendemos Internet como plataforma donde adquirir contenidos, intercambiarlos o distribuirlos.
El cine e Internet, en cuanto realidades potencialmente capaces de evangelizar, de anunciar y hacer presente el rostro personal de Dios, tienen, por eso mismo, una dimensión profética que es intrínseca a su misma definición. En la historia del pueblo de Israel los profetas fueron una mediación, un camino y un anuncio, sin duda parcial, hacia una verdad plena que había de llegar y que ellos anunciaron. El cine e Internet pueden anunciar, si bien de forma parcial y velada, una verdad que se manifiesta en el ser humano, y se convierten así en mediaciones y caminos de acceso a la trascendencia y aun al mismo hombre.
2. Cine e Internet, finalizados a la evangelización
La finalidad evangelizadora del cine y de Internet es intrínseca a su misma definición. Internet es técnica y la técnica es expresión definitoria de lo humano. El relato de los primeros capítulos del Génesis testimonia cómo sólo el hombre -ni siquiera los ángeles- ha recibido de Dios la capacidad artística y técnica. Y esta capacidad es, sin duda, una actividad exclusivamente humana que eleva a la criatura racional al rango de la semejanza con lo divino y que expresa, por sí sola, la altísima dignidad y vocación de todo ser humano respecto del resto de seres vivientes y del cosmos creado.
Génesis 2, pone en boca de Yahvé esa vocación específicamente humana de "llenar la tierra y someterla". Cuando Dios encarga al hombre esta tarea de gobernar el mundo a través de la actividad, del trabajo humano, del pensamiento y de la cultura, le está haciendo partícipe de algo muy suyo. Le encarga una tarea y, al mismo tiempo, le otorga un don que forma parte esencial del in fieri humano y que lo define como co-creador con Dios. Por tanto, el mandato de Yahvé de "someter la tierra" es, en realidad, un modo de hacer Dios al hombre copartícipe de su obra creadora. El relato del Génesis, además, habla de cómo Dios modeló al hombre con sus propias manos dando forma humana y semejanza divina a aquel barro primordial, un trabajo -este de modelar con las manos- muy propio de la actividad humana. Este recurso literario al antropomorfismo pretende expresar con qué intensidad Dios quiere hacerse presente en la actividad humana, trabajando como él; como si el relato bíblico quisiera mostrarnos a un Dios, creador y pedagogo a la vez, que, desde el principio, enseña al hombre a ser hombre a través del uso de la técnica.
El Génesis, por tanto, refuerza la idea de que la técnica, como actividad y expresión natural de lo humano, tiene su origen primero en Dios y en el hecho de haber creado al hombre así, con esa potencialidad de crear y hacer técnica. En esto radica ya una cierta belleza de la técnica: en que es expresión de lo humano y, al mismo tiempo, también es expresión de la obra creadora de Dios. Por eso, Internet, si bien es una realidad instrumental potencialmente neutra, está llamada a servir y mostrar esa belleza inherente a su misma definición. Por ser fruto de una capacidad que el hombre no se ha dado a sí mismo, sino que ha recibido de Dios por la obra de la creación, Internet está naturalmente orientado y finalizado a testimoniar y expresar a Aquel que es su verdadero Autor. Y, en segundo lugar, Internet debe servir como instrumento y herramienta en manos del hombre para que el hombre, como artista, pueda expresarse a sí mismo en toda la plenitud de su propia verdad. Y en eso consiste la evangelización a la que Internet está naturalmente orientado: servir, desde la verdad del hombre y de Dios, a la transmisión de la Buena Noticia, ayudar a poner rostro concreto y personal a Dios, poniendo al servicio de esa belleza integral el atractivo propio de la técnica. De la misma manera que la actividad creadora de Dios dio forma al hombre, la actividad técnica del hombre debe dar forma a Dios; y si Dios puede hacerse presente en Internet, allí también la Iglesia debe hacerse presente.
Por otra parte, la técnica se completa en el cine poniéndose al servicio de la creación de una obra de arte. Pero el cine no es sólo técnica, sino que integra en un valor superior -la belleza de una obra de arte; poiesis, dirá Aristóteles- esos otros valores auxiliares que aporta la praxis y su belleza propia. El cine, además, propicia una relación mucho más personal con el espectador y una actividad humana, la contemplación, mucho más elevada que la puramente técnica. En Internet, es el propio internauta quien crea y mide la realidad, aunque se trate de una puesta en escena virtual; pero esa creación termina por no tener rostro concreto, y puede perderse diluida en una red impersonal e individualista que, por otra parte, fomenta la relación fácil, instantánea y pasajera, sin el esfuerzo del compromiso. Internet entraña, por tanto, la posibilidad, y el peligro, de hacer del hombre el creador y dueño de su propia realidad, el medidor de las cosas. En el cine, la realidad es creada por otro y a mí, como espectador, se me da; y esto ya habla al hombre de su propia autotrascendencia, le ayuda a salir del círculo cerrado del individualismo y solipsismo al que, con más facilidad, acostumbra el uso de Internet. Y como la realidad que se me ofrece en el cine no me viene dada de forma aséptica y neutral, sino ya interpretada, esa realidad termina por interpelarme e implicarme de manera íntima y personal. Porque el cine no es nunca transmisor aséptico e imparcial de un mensaje. sino que me interpela con la situación que me pone delante, me obliga a un diálogo con los personajes o con las escenas que contemplo, me suscita una toma de posición, una opinión, y hasta una valoración crítica de aspectos puramente técnicos como pueden ser la fotografía, el guión, etc. El cine es capaz de crear un espacio de diálogo personal entre la película -la obra de arte- y el espectador -el hombre-. Por eso, el cine es también expresión de lo propiamente humano, por ser el hombre un ser naturalmente dialógico y relacional.
El cine aúna, entre otras, esas tres posibilidades que acabamos de describir: favorecer una actividad 'contemplativa crítica', entrar en diálogo personal con el hombre y ser cauce para la creación y expresión de la belleza de una obra de arte (la película). Y son también las tres notas que asemejan el cine a la obra creadora de Dios. Génesis 1 relata que cuando Dios terminó el trabajo de la creación con la obra cumbre del ser humano "vio cuanto había hecho y vio que era muy bueno". El autor bíblico nos muestra esta vez, no ya al Dios que se sirve de la técnica en su trabajo creador, sino al Dios artista que, una vez acabado su trabajo, descansa y contempla la obra de arte salida de sus manos. Y no la contempla como mero espectador, sino como alguien profundamente implicado en ella. Dios contempla la creación viéndose en ella a sí mismo, y por eso constata que la obra es buena, es bella (en hebreo el término tov puede significar también bello, "vio que era muy bello"), porque responde a lo que Él, el artista, quiso crear.
De esta manera, continúa existiendo ante Dios la obra de la creación -el mundo y el hombre-, como una grandiosa obra de arte, llena de escenas, de personajes, de fotogramas, de guiones paralelos, de historias, de dramas, en los que Dios continuamente interpela y entra en diálogo con el hombre de todos los tiempos. Y el hombre, como todo espectador, vive su propia existencia interpelado como personaje de una trama, en diálogo continuo con Dios. Por eso, una actividad artística como es el cine, que tanto se asemeja a la actividad creadora de Dios, no puede sino ser un cauce y un espacio naturalmente propicio para el anuncio de la belleza total de Dios; y no de un Dios distorsionado, por demasiado misterioso, irreal y hasta fantasmagórico, sino un Dios real y muy humano, capaz de entrar en diálogo personal con ese tú que es cada hombre y cada cultura. Si la Iglesia quiere ser fiel a su misión evangelizadora, tiene el deber de utilizar el cine para llevarla a cabo, y completar de este modo aquella primordial obra creadora de Dios.
En lo que concierne a una ejemplificación de la finalización evangelizadora de Internet, la mostraremos, aún más concretamente, a continuación.
3. Internet, encuentro de "comunicación" y "comunión"
Un ejemplo palpable en la evolución de los nuevos medios de comunicación es Internet. Dado que no existe un propietario exclusivo de la Red, Internet se nos presenta como un verdadero instrumento destinado a todo tipo de usuarios (públicos y privados), y esto favorece una transformación del sistema global de las comunicaciones. Vamos siendo testigos de una convergencia de globalización humana que, lejos de una evolución meramente económica (paradigma del hombre teledirigido y manipulado), más bien parece inspirarse en ese otro sentido de la evolución creativa, en donde la interactividad del hombre se pone de manifiesto como continuación de lo social-dinámico.
Según el "Informe Mundial sobre la Comunicación" de la UNESCO, elaborado en el año 1999, tres mil millones de mensajes se intercambiaban mensualmente en el mundo. 75 millones de personas tenían correo electrónico. Casi 30 millones de páginas de información estaban entonces disponibles y para el año 2010 están previstos cerca de mil millones de internautas. En el sector de los medios de comunicación, Internet se impone como soporte de información, capaz de trasmitir en tiempo real la actualidad junto con la radio, la prensa y la televisión, además de plataforma de distribución e intercambio cinematográfico. También en el campo de la formación y la educación, Internet aparece con sus infinitas posibilidades: miles de publicaciones científicas, documentación accesible, universidades y escuelas que abren sus bibliotecas en la red Internet parece estar llamada a transformar las condiciones de trabajo rompiendo el aislamiento científico y cultural. ¿Estamos siendo testigos de una mutación de las formas de producción, intercambio y aprendizaje?; el informe de la UNESCO augura que sí, asegurando que Internet se inscribirá en un ciberespacio ético si se consigue el fortalecimiento, por una parte, de las redes reservadas a la educación, a la formación y a la cultura, y por otra, de las libertades fundamentales y de las normas deontológicas.
De esta manera, Internet aun siendo un instrumento tecnológico (neutro lo hemos denominado), sí puede hacer un bien cuando se emplea adecuadamente. Déjenme que les ponga un caso práctico donde interactúan dos conceptos que, aparentemente, pueden pertenecer a ámbitos distintos. Se trata de la "comunicación" y de la "comunión". La Iglesia, en la actualidad, intenta aunarlos precisamente asumiendo el reto de las nuevas tecnologías. Desde mediados de los años ochenta del pasado siglo XX nació una realidad eclesial que pretendía usar la informática (aún no se había proliferado Internet, tal y como lo conocemos hoy), para que los más desfavorecidos tuvieran acceso a la evangelización y a la formación cristiana. Así nació la RIIAL que, de la mano del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales de la Santa Sede, y del CELAM, fue implementándose a lo largo de los años en distintas conferencias episcopales y diócesis de todo el mundo de habla hispana o portuguesa, y contando desde el inicio con la aportación de recursos, tanto humanos como económicos, de parte de la Conferencia Episcopal Italiana.
Han sido varias las etapas por las que ha pasado la RIIAL; desde la propia génesis técnica en que apoyar toda su instrumentación, hasta la elaboración o selección de contenidos y su propio análisis. En la actualidad, y gracias, por ejemplo, al uso del correo electrónico, millones de usuarios pueden beneficiarse de publicaciones, boletines, noticias o intercambio de documentación. Sin embargo, es sólo el comienzo. La elaboración de los denominados "prontuarios" (tanto para técnicos, como para responsables pastorales, como pueden ser los mismos obispos) en las distintas áreas que conforman la RIIAL ha de ser un acicate para que las iglesias particulares sean conscientes del enorme esfuerzo que aún queda por realizar, y así se ve cada vez más necesario el crear auténticos "portales" de comunicación en donde acceder a bases documentales de primera mano, sin olvidar toda la tradición de siglos atrás que suponen un tesoro insustituible para la evangelización. Quizás nos pueda cegar en algún momento "ir a lo último" en tecnología, pero ésta se puede quedar en mero "ruido" (cantidades ingentes de datos sin sentido, o sobrecarga de información), olvidando que todo hombre y mujer necesitan la ponderación y el discurso reflexivo de lo que entra en su potencial discernimiento. A este propósito, dijo Juan Pablo II: "La cultura de sabiduría de la Iglesia puede salvar a la cultura de información de los mass-media de convertirse en una acumulación de hechos sin sentido". La eficacia, en sí misma considerada, es nada sin el espíritu que la debe animar: transmisora de valores trascendentes para la humanidad que garanticen el auténtico progreso... lo contrario "lleva al empobrecimiento de la reflexión humana, que se ve privada de los problemas de fondo que el animal rationale se ha planteado constantemente, desde el inicio de su existencia terrena".
Nunca han existido, por tanto, pretensiones de imposición o roles que centralizaran el uso de la RIIAL. Más bien, la fórmula con que se denominó, amigablemente su empleo, era la de "gaseosa", es decir, que de forma espontánea los usuarios fueran acercándose a dicha realidad, y fueran generando una enorme "red" comunicativa donde la bondad y atractivo de sus recursos, les impulsara a una evangelización en un marco de "comunicación" y "comunión". Han sido ya varios Encuentros Intercontinentales los que se han celebrado (el próximo tendrá lugar, del 1 al 5 de junio próximos, en Bogotá, donde la implementación de las denominadas Redes Sociales tendrá un protagonismo especial, así como la presentación de la primera gran estructura de base de datos para las webs eclesiales). En la actualidad dicha Red Eclesial cuenta ya con más de treinta millones de usuarios. Como anécdota significativa, podemos recordar cómo en algunos poblados del Perú, por ejemplo, uno de los primeros países donde comenzó la RIIAL, que no contaba con recursos humanos ni económicos idóneos, idearon unos ordenadores que se alimentaban con baterías de automóviles (ya que no tenían electricidad), y pudieron enviar sus primeros mensajes electrónicos e intercambio de documentación, a través de ondas de radio (pues carecían de telefonía).
Esta realidad que hemos citado contrasta dramáticamente con la prepotencia con que en Occidente presumimos de ser punteros en nuevas tecnologías pero que, a la hora de la verdad, no sabemos qué hacer con ellas (en el beneficio de verdaderas relaciones humanas, se entiende), o desvirtuamos su uso. Recuerdo que, en una ocasión, la ONU se puso en contacto con el Pontificio Consejo para la Comunicaciones Sociales en Roma, para que les asesorara en el uso de las tecnologías como concepto de "red", es decir, la creación de una comunidad mundial, ordenada al bien universal, que la Iglesia había conseguido gracias a la RIIAL, en ese entretejido de conexiones informáticas, y que la ONU era incapaz de llevar a cabo. ¿Cuál era el problema? Los organismos internacionales, a pesar de su superioridad económica y de recursos humanos, se caracterizan por su dependencia de intereses políticos e ideológicos dispares y enfrentados, y en los que resulta casi imposible llevar a cabo una realidad común, tal y como existe en la Iglesia, en donde su criterio último es el Evangelio. Es evidente que nunca olvidamos, por supuesto, los condicionamientos y limitaciones humanas que también existen en la Iglesia, pero, y esto es lo que la diferencia de cualquier otra institución u organismo: en última instancia, lo Católico siempre alcanza un horizonte más trascendente. Lo Católico es, por definición, universal y, por tanto, pluricultural.
4. La oportunidad del Cine
El cristianismo nunca ha sido enemigo de la imagen. Bien al contrario, a la idea común del Antiguo Testamento de que el hombre es imagen de Dios, se añade el que el mismo Dios se ha hecho hombre. El apóstol San Pablo afirmará de Cristo que es "imagen visible del Dios invisible". Este hecho cancelaba la antigua prohibición del Deuteronomio, según la cual no debía hacerse ninguna imagen de la divinidad. Dicha prohibición buscaba evitar la idolatría y, en el fondo, consideraba lo plástico, material y corpóreo como algo negativo e indigno de Dios. Sin embargo, una vez que Dios ha entrado en la historia, ya es posible imaginarlo, recordarlo y representarlo. Los restos iconográficos son muy antiguos, y aparecen ya en los sepulcros de los primeros creyentes, como fueron las catacumbas. Es cierto que, en un momento dado, se produjo la denominada crisis iconoclasta, sabiamente resuelta por San Juan Damasceno, al decir que no se adoraba la imagen, sino lo que se representaba.
El realismo de la Encarnación, por otra parte, llevó también a comprender que la máxima belleza se encuentra en Jesucristo, y, principalmente cuando se nos aparece crucificado. Esa belleza resulta paradójica ("escándalo para los judíos, necedad para los gentiles", dirá el propio San Pablo), ya que no hay nada atractivo en su figura, pero señalaba cómo en todas las cosas, y también en el hombre, lo más hermoso se extrae, o se pone de manifiesto, por el amor. Podríamos hablar incluso del arte de la Cruz. Juan Pablo II, contemplando los frescos restaurados de la Capilla Sixtina, llegó a afirmar que la máxima revelación de la belleza de Dios se contempla en la Cruz, precisamente en un cuerpo que ha perdido toda belleza externa, estética y corporal, porque se ha revestido de la fealdad del pecado y del mal. En el cuerpo de Cristo en la Cruz se expresa, al mismo tiempo y en plenitud, la kénosis de Dios y la gran humildad del cuerpo, para que lo divino pueda manifestarse plenamente en la ausencia de forma y de figura de ese cuerpo, y ser así la fuente integral de toda su belleza. Es el amor de Dios el que liberando al mundo de su fealdad, que es el pecado, muestra en toda su belleza el rostro del ser humano. Convendrán conmigo en que lo más hermoso del mundo es el hombre, mucho más que el cielo estrellado, una puesta de sol, un horizonte donde se funden el cielo y el mar y es que Jesucristo revela esa belleza en todo su esplendor.
La Evangelización, al renovar al hombre mediante un nuevo nacimiento, trajo consigo, además, el que también las artes y la misma belleza quedaran transfiguradas, mostrando lo más verdadero de ellas. En esa transfiguración se revelaba lo mejor del hombre, precisamente, porque reflejaba mejor y más adecuadamente lo divino.
De esta manera, al pensar en el cine actual nos fijaremos, fundamentalmente, en dos aspectos. El primero, es que las películas actuales, incluso aquellas que pueden ofrecer un contenido anticristiano, tienen una cierta profundidad. En ellas podemos descubrir la preocupación, el sufrimiento y la demanda del hombre contemporáneo para dar una respuesta que satisfaga sus deseos de ser salvado, aquellas preguntas radicales a las que nos referíamos más arriba: ¿quién soy yo? ¿cuál es mi origen? ¿hacia dónde voy? ¿por qué y para qué existo? Si el cine refleja una época o una cultura, a nosotros nos interesa el que a través de él, el mundo nos dice cuáles son sus necesidades y carencias. También, evidentemente, muchas de las cosas buenas de la sociedad actual encuentran su reflejo en las películas. El cine, en definitiva, tiene mucho de sintomático, y se revela como un medio muy útil para sondear las profundidades humanas, los dramas, las aspiraciones, y las expresiones de una cultura.
Por otra parte, se nos plantea el tema de si cabe hablar de un cine católico. Si es cierto que se puede hablar de un arte cristiano, puede parecer más complicado hablar, por ejemplo, de una novela cristiana o de un cine cristiano. El motivo es sencillo, ya que el arte cristiano nace en un contexto cultual, y se desarrolla en torno a la vida celebrativa y devocional de la Iglesia. En cambio, la novela o el cine, son campo común para creyentes y no creyentes y, por tanto, buscan ser atractivos para todo el mundo. En este sentido, creemos que lo mejor es fijarnos en algunas películas para ejemplificar diferentes posibilidades y situaciones con las que nos encontramos actualmente.
En el debate cultural actual, en el que corre tanto peligro la vida humana y su dignidad, han aparecido dos películas, en los últimos tres años que, desde perspectivas distintas, son un alegato en favor de la vida y en contra del aborto. Por un lado, "Bella", de Alejandro Gómez Monteverde. Por otra parte, "Juno", de Jason Reitman. Las dos son interesantes y válidas. Sin embargo, desde una percepción muy personal, la crudeza y el realismo con que "Juno" plantea el tema de la vida y la maternidad interpela más directamente y entra mucho más en el drama interior que viven tantas adolescentes; "Bella", en cambio, prefiere plantear el tema del aborto y de la maternidad desde una óptica que apela más a lo afectivo y sentimental. Si hubiéramos de utilizar estas películas con adolescentes, para sensibilizarlos contra el aborto, podría suceder, que en determinados ambientes fuera más oportuno decantarse por "Juno" que por "Bella", a pesar de que ésta pueda tener un marcado carácter católico.
Porque, para ciertas sensibilidades, el planteamiento de "Juno" resulta más cercano, y su desarrollo argumental más creíble. Como anécdota, resulta revelador que la guionista, que utilizó como nombre artístico el de Diablo Cody, era stripper y trabajó durante una temporada en una línea erótica, mientras escribía el guión de la película que la lanzó a la fama con tan sólo 29 años; después del triunfo de "Juno", ha cambiado su antiguo trabajo de "telefonista", dedicándose a llevar a cabo otros guiones por encargo de Hollywood.
Incluso, una película como "Solas", dirigida por Benito Zambrano, formado en la escuela cubana del cine, y que no se reconocía en absoluto católico, podría ser más adecuada. En "Solas", precisamente, y a pesar del posicionamiento ideológico del autor, la respuesta ofrecida en la película, queda iluminada indirectamente por el misterio cristiano de la Cruz (recordamos, por ejemplo, la escena final de la película). Y, de una manera especial, resulta conmovedora la escena en que la joven, queriendo abortar, responderá al viejo vecino al que le pedía le acompañara a dicha intervención abortiva: "No quiero que me digas lo que quiero oír, quiero que me digas que mi vida puede cambiar" y, por supuesto, el revelador final, antes aludido, y en donde la imagen de la Cruz es la indiscutible protagonista.
Para el segundo ejemplo nos fijaremos en "Yo confieso", de Alfred Hitchcock, y "El Gran Torino" de Clint Eastwood (director, productor y protagonista), de reciente estreno. Aunque los enfoques son distintos, en ambos aparece el tema del sacramento de la confesión. En el primer caso, el director es católico, y en el otro no. Hitchcock católico, hace una defensa muy inteligente del sigilo sacramental, y está espléndidamente filmada, tal y como nos tenía acostumbrados en otras producciones el genial director. En cierto sentido, es una película catequética que, por su arte, sobrepasa al público creyente, y ofrece una oportunidad a los que están fuera de la Iglesia para acercarse, de una manera amable, al misterio de la misericordia de Dios, a través de la absolución sacramental. Nos interesa darnos cuenta, de que una película bien realizada puede tratar una temática religiosa y hacerlo de una manera que no resulte "beata", en sentido peyorativo. Una vez más, el buen uso de la belleza artística es necesario para hacer atractivo el mensaje que se quiere transmitir al espectador.
En el caso de "El Gran Torino", nuestra impresión es que, Clint Eastwood reconoce en el sacramento de la penitencia una expresión adecuada para que el hombre alcance la reconciliación que busca, y que no puede darse a sí mismo sin la intervención de Dios. Probablemente, un cineasta católico habría tenido algunas dudas a la hora de caracterizar al sacerdote que aparece en el film; sin embargo, Eastwood al optar por un recién ordenado, que incluso puede parecernos patético, muestra aún mejor la centralidad del acto sacramental.
Como último ejemplo, pondremos el de "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson. Se trata de un cine muy bien realizado, y que, sin embargo, ha provocado contestación en algunos sectores. Se trata de una realización magnífica, y casi me atrevería a decir que en algunos aspectos, como el papel de la Virgen María (protagonizada por Monica Belluci), constituye casi un "lugar teológico". En este caso, se muestra con toda su crudeza la verdad del Evangelio. Por lo mismo, no hay sutilezas, ni intentos de presentar de una manera disimulada la fe. Al contrario, se trata de una película en la que todo el talento, los medios, buscan anunciar o dar a conocer el sacrificio redentor de Cristo.
En los ejemplos que hemos visto, se muestra la oportunidad del cine para transmitir la visión del hombre que nos ha traído Jesucristo, y aún, de una manera explícita, de anunciar el Evangelio. Huelga decir, que se presupone la calidad cinematográfica, porque sin ella el anuncio estaría llamado a no ser visto ni escuchado por nadie, e incluso a ser despreciado en la misma forma de presentarlo. Por lo tanto, queda claro que el cine es una oportunidad, y que sería deseable una mayor implicación de personas creyentes en él.
Si nos preguntáramos qué es lo que caracteriza una película como católica, a nuestro modo de ver es decisivo el criterio de respetar la libertad de Dios. Porque si condicionáramos la divinidad, entonces impediríamos su mostración, es decir, la Revelación nos enseña que es Dios el que se anticipa en primer lugar, y el hombre el que ha de ser capaz de facilitar ese encuentro para dignificar su vida. En este sentido, recuerdo una frase que está al inicio de la película "Bella": "Cuando era pequeño, mi abuela me decía: Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes". Esto está mucho más allá de cualquier moralismo, y nos indica, que si el cristianismo afirma la presencia del resucitado en medio de nosotros, y si, como señalaba Juan Pablo II, Dios se ha hecho hombre para salir al encuentro de cada uno de nosotros, y recorrer juntos el camino de la vida, cualquier historia verdaderamente humana puede ser tratada en el cine desde una perspectiva cristiana. Por lo tanto, la evangelización en el cine no implica en exclusiva un tema "religioso", sino que resultará válido y enriquecedor cualquier tema que permita mostrar cómo Dios se hace presente en medio de nosotros, y así responder a nuestros anhelos, preguntas, necesidades Esto nos lleva a considerar, por otra parte, que no podemos olvidar que lo católico en el cine también presupone un adecuado tratamiento de lo humano, del hombre. En cierto modo, es un preámbulo indispensable para el justo y equilibrado tratamiento del tema de Dios.
Conclusiones
Juan Pablo II señaló que cuando la fe penetra verdaderamente en un pueblo se hace cultura. En ese sentido, es evidente que para que haya cine cristiano, o para el uso, orientado desde la fe, de las nuevas tecnologías, se supone la existencia previa de un sujeto cristiano. Por tanto, la Iglesia busca este sujeto, y lo hace anunciando el Evangelio, y ofertándole la vida de la gracia a través de los sacramentos. La Iglesia también espera que el hombre renovado por la gracia realice obras, proporcionadas a la vida divina, que se la ha comunicado. Si no hay personas que asuman esta responsabilidad de vivir a fondo su fe, en las circunstancias ordinarias de su vida, tampoco podríamos esperar una transfiguración cristiana de ninguna realidad temporal.
Por otra parte, Benedicto XVI ha insistido, de diversas maneras, en que la fe no actúa en contra de la razón, sino que, por el contrario, la potencia. Chesterton nos diría que la fe, de hecho, ensancha el pensamiento. Por eso, los católicos no debemos acomplejarnos ante el cine o Internet, de la misma manera que tampoco deberíamos hacerlo ante futuras tecnologías o modos de expresión artística que puedan ir apareciendo.
Afirmando, como hace el Vaticano II, la legítima autonomía de las realidades creadas, los cristianos, sin embargo, sabemos que, como dice San Pablo: "Todo fue hecho por Él y para Él", de manera que el cristianismo no es un obstáculo, sino que, por el contrario, es el camino para que todo llegue a su máxima plenitud.
La Iglesia, también institucionalmente, y a través de sus asociaciones, movimientos, etc., quizás debería implicarse más en esa tarea. Al respecto, todos recordamos las palabras de Benedicto XVI en una carta reciente: "Me han dicho que seguir con atención las noticias accesibles por Internet habría dado la posibilidad de conocer tempestivamente el problema. De ello saco la lección de que, en el futuro, en la Santa Sede deberemos prestar más atención a esta fuente de noticias". Estas reveladoras manifestaciones del Santo Padre, nos indican que tenemos que permanecer atentos a los nuevos discursos mediáticos, ya que no se trata de actuar a la defensiva, ni fomentar actitudes de sospecha, porque el Evangelio, fundamentalmente, es anuncio. Por otra parte, resulta también esencial formarnos en las nuevas tecnologías, y en las formas de expresión artísticas, con profesionalidad, invirtiendo los medios necesarios, humanos, económicos y científicos. Y, sobre todo, vivir intensamente el presente, sabiendo descubrir e interpretar los signos de los tiempos actuales, para que podamos atender a lo que la sociedad nos demanda, y también podamos responder, desde Cristo, a todos los hombres y a cualquier cultura.
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |
El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |