En su Camino a México, el Papa Francisco dialoga con la sociedad en un ejercicio periodístico realizado por Notimex, Agencia de Noticias del Estado Mexicano en colaboración con el Centro Televisivo Vaticano
Jorge Armando / Ciudad de México
Su Santidad, ¿A qué viene a México?, ¿Qué nos viene a traer a México?
Sí, algo voy a llevar a México, seguro, pero yo te quisiera decir que lo que más me mueve a mí es: ¿qué voy a buscar a México? Yo voy a México no como un Rey Mago cargado de cosas para llevar, mensajes, ideas, soluciones a problemas, no sé pensemos todas esas cosas. Yo voy a México como un peregrino, voy a buscar en el pueblo mexicano, que me den algo. No voy a pasar la canastita, quédense tranquilos, pero voy a buscar la riqueza de fe que tienen ustedes, voy a buscar contagiarme de esa riqueza de fe.
Tengo ganas de ir a México para vivir esa fe con ustedes. O sea que voy con el corazón abierto para que se llene de todo aquello que ustedes me pueden dar. Ustedes tienen una idiosincrasia, una manera de ser que es fruto de un camino muy largo, de una historia que se fue forjando lentamente, con dolores, con éxitos, con fracasos, con búsquedas, pero hay como un hilo conductor. Ustedes tienen mucha riqueza en el corazón y, sobre todo, ustedes no son un pueblo huérfano porque se glorían de tener Madre, y cuando un hombre, o una mujer, o un pueblo no se olvida de su Madre, te da una riqueza que vos no la podés describir, la recibís, la transmitís.
Bueno, yo voy a buscar un poco todo eso en ustedes. Un pueblo que no se olvida de su Madre, esa madre mestiza, esa madre que lo forjó en la esperanza. Conocen ustedes el chiste de aquel mexicano que decía: “Yo soy ateo pero soy guadalupano”. Tenía sentido, de un pueblo que no quiere ser huérfano. Por ahí, quizás está la gran riqueza que yo voy a buscar. Voy como peregrino de ustedes y ¡gracias por recibirme!
Julián / Ciudad de México
Papa Francisco, ¿Qué es lo que piensa usted de la Virgen de Guadalupe?
Aarón Fonseca / Ciudad de México
A mí me gustaría saber, si la Virgen de Guadalupe para nosotros los mexicanos es tan importante y representa mucha fe y esperanza en todos, ¿qué es lo que representa para él?, y el tener o el estar en la Basílica, ¿qué representa para él nuestra patrona, la Virgen de Guadalupe?
Estuve dos veces en México. Una vez en el año 70’ por una reunión de jesuitas. La segunda vez cuando el Papa San Juan Pablo II firmó y entregó la Exhortación postsinodal Ecclesia in America −que no recuerdo bien qué año era, por el 98’ habrá sido, calculo−. Las dos veces fui a visitarla, a la Señora, a la Madre, a la Madre del Dios por quien se vive.
La primera vez, en la vieja Villa. La segunda vez, en la actual Basílica, en el actual templo. ¿Qué siento por ella? Seguridad, ternura. Cuántas veces estoy con miedo de algún problema o que ha sucedido algo feo y uno no sabe cómo reaccionar, y le rezo, me gusta repetirme a mí mismo: “No tengas miedo, ¿acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?”. Son palabras de Ella: “No tengas miedo”. Es lo que más me dice Ella.
Otra advocación de la Virgen quizás me inspire otra cosa, pero cada vez que me pongo delante de su imagen y la miro allí, con esos ojos, haciendo esa síntesis cultural de ese Nuevo Mundo que está naciendo, esperando al Niño: “No tengas miedo, ¿acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?”. Y no espero tanto el milagro de las flores. Siento eso, que es Madre, que cuida, que protege, que lleva adelante un pueblo, que lleva adelante una familia, que da calor de hogar, que acaricia con ternura y que te quita el miedo: “No tengas miedo Juancito”. Eso es lo que yo siento delante de la imagen.
Una de las dos veces que fui, me querían explicar la imagen y preferí que no, quedarme en silencio mirando. Dice mucho, es una imagen “decidora”, la imagen de una Madre que cobija, que cuida, que está metida en su pueblo, con la tez de su pueblo. Eso es lo que siento delante de Ella. Cuando vine a Roma en el 2013, estaba empezando a construir en Buenos Aires la parroquia San Juan Diego, la cual nombré en Buenos Aires, patrona de los floristas.
San Juan Diego me dice mucho a mí, en su relación con la Virgen. Hombre bueno, pero se tuvo que meter en todo ese mundo de convencer al obispo, y de esto… y sentir la humillación de que no le creían: “No tengas miedo, ¿acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?” Y él confió. Milagro de las flores, si es posible porque la Madre es la gran flor de México. Lo que pediría es − pero como un favor, a ustedes− que esta vez, que va a ser la tercera que piso suelo mexicano, me dejen un ratito sólo delante de la imagen. Es el favor les pido. ¿Me lo van a hacer?
Óscar / Ciudad de México
Papa Francisco ¿Cómo nos ayudaría a afrontar esta violencia que está pasando aquí?
Violencia, corrupción, guerra, niños que no pueden ir a la escuela por sus países en guerra, tráfico, fabricantes de armas que venden armas para que las guerras en el mundo puedan seguir…: más o menos éste es el clima que hoy vivimos en el mundo, y ustedes están viviendo su pedacito, su pedacito de “guerra” entre comillas, su pedacito de sufrimiento, de violencia, de tráfico organizado.
Si yo voy ahí, es para recibir lo mejor de ustedes y para rezar con ustedes, para que los problemas de violencia, de corrupción y todo lo que ustedes saben que está sucediendo, se solucione, porque el México de la violencia, el México de la corrupción, el México del tráfico de drogas, el México de los carteles, no es el México que quiere nuestra Madre, y, por supuesto que yo no quiero tapar nada de eso, al contrario, exhortarlos a la lucha de todos los días contra la corrupción, contra el tráfico, contra la guerra, contra la desunión, contra el crimen organizado, contra la trata de personas.
“Que nos traiga un poco de paz”, decía alguno de ustedes. La paz es algo que hay que trabajarla todos los días, es más −yo diría una palabra que parece una contradicción−, ¡la paz hay que pelearla todos los días!, hay que combatir todos los días por la paz, no por la guerra. Sembrar mansedumbre, entendimiento, sembrar paz. San Francisco rezaba: “Señor, hacé de mí un instrumento de tu paz”. Quisiera ser en México un instrumento de paz, pero con todos ustedes.
Es obvio que solo no puedo, sería una locura si yo dijera eso, pero con todos ustedes, instrumento de paz. Y, ¿cómo se amasa la paz? La paz es un trabajo artesanal, un trabajo de todos los días que se amasa con las manos, desde cómo educo yo a un chico, hasta cómo acaricio a un anciano, son todas semillas de paz. Palabra caricia. La paz nace de la ternura, la paz nace de la comprensión, la paz nace o se hace en el diálogo, no en la ruptura, y ésta es la palabra clave, el dialogo: diálogo entre los dirigentes, diálogo con el pueblo y diálogo entre todo el pueblo.
Cuántas veces encontramos en una pelea de barrio la solución que nos parece la mejor. Y no, esa es una pequeña guerra. Aún en el barrio, aún en la familia, buscar y hacer la paz, y eso se hace con el diálogo: estar abierto a hablar con el otro, a escuchar sus razones a dejarse corregir. “Padre, pero con un delincuente uno no puede hacer eso”. Eso es verdad, pero yo puedo dialogar con quien le puede cambiar el corazón a ese delincuente. Tenemos la misma Madre, hablamos hace un rato de Ella. Y decíle: “Mirá, si vos me dijiste que yo no tenga miedo porque sos mi Madre, vos que sos mi Madre arreglá eso”.
Sí, yo le haría la pregunta a cada uno de ustedes: ¿Yo le pido a la Virgen de Guadalupe, la Madre de México, la Emperatriz de América, le pido la paz, le pido que haga paz, en tal lugar, en tal otro, en tal otro, o sea la oración a la Madre para que ponga paz? No tenerle miedo a escuchar al otro, a ver qué razones tiene. Y, por favor, no entrar en ninguna, en ninguna trenza que por ganar dinero, me esclavice toda la vida en una guerra interior y me quite la libertad, porque la paz da libertad. Yo le voy a pedir a la Virgen, junto con ustedes, que les de esa paz, que la Guadalupana les regale la paz del corazón, de la familia, de la ciudad, y de todo el país.
María de Lourdes Mejía / Ciudad de México
Bueno, pues me gustaría preguntarle ¿qué es lo que desearía de nosotros y qué espera de nosotros?
Dicen que la sabiduría habla desde el corazón de los ancianos buenos. Y en los deseos expresados José Ranulfo señaló ese deseo de renovación espiritual que podría darse con mi visita. Y Rubén había dicho, antes, que no fuéramos cristianos de “iglesia adentro”, católicos de templo y fuera del templo, cualquier cosa. Que la fe aflore.
Esas dos intervenciones me llegaron mucho: que nos ayude a ser católicos de verdad, a expresar y a vivir nuestra fe dentro y fuera del templo. Eso es lo que esperan ustedes. Y yo voy para servir, para eso, para ser un servidor de la fe de ustedes, porque para eso me hice cura, para servir, porque sentí esa vocación, para servir a la fe de ustedes, para servir a la fe del pueblo. Pero esa fe tiene que crecer y salir hacia afuera y meterse en la vida de todos los días, una fe pública. Y la fe se hace fuerte cuando es pública, sobre todo −como en la última intervención− en los momentos de crisis:
“Los Papas vinieron cuando aquí había crisis”. Debe ser así, yo no lo estudié eso, pero si vos lo decís debe ser así. Que hay una crisis de fe en el mundo, es verdad. Pero también es verdad que hay una gran bendición y un deseo −que lo expresaron ustedes− de que la fe salga hacia afuera, que la fe sea misionera, que la fe no sea enfrascada, como en una lata de conserva. Nuestra fe no es una fe de museo y la Iglesia un museo. Nuestra fe es una fe que nace del contacto, del diálogo con Jesucristo, nuestro Salvador, con el Señor.
Bueno, esa fe tiene que salir a la calle, tiene que salir a los lugares de trabajo, tiene que salir en el entendimiento con los demás, esa fe tiene que expresarse en el diálogo, en la comprensión, en el perdón, en la artesanía cotidiana de combatir por la paz. Sí, una fe en la calle, si la fe no sale a la calle, no sirve, y que la fe salga a la calle no significa solamente hacer una procesión. Que la fe salga a la calle significa que yo en mi lugar de trabajo, en mi familia, en las cosas que hago en la universidad, en el colegio, me muestro como cristiano.
Ustedes tienen mártires en su historia, que han dado su vida por seguir este camino. La fe tiene que ser callejera, como Jesús. Si yo les pregunto a ustedes: “¿En qué lugar pasó Jesús más tiempo de su vida? ¡En la calle! predicando el Evangelio, dando testimonio. Yo a ustedes les digo: “En la vida pública, en la vida familiar, al templo a rezar, pero después salir”. Nuestra fe nos tiene que empujar a salir y no quedarnos encerrados con nuestro Jesús, y no dejarlo salir, porque Jesús sale con nosotros, si nosotros no salimos, no sale.
Un renovar la fe. Renovar la fe quiere decir hacerla “salidora”, hacerla callejera, que no le tenga miedo a los conflictos, sino que busque solucionar los conflictos familiares, escolares, sociales, económicos. La fe tiene que ser la inspiración mía a comprometerme con mi pueblo, y eso tiene sus riesgos, tiene sus peligros. Quisiera terminar robándole a la Madre sus palabras y que a través mío Ella se las diga a ustedes: “No tengan miedo de salir, no tengas miedo hijito, hijita mía, acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre”.
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
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Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
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La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |
El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |