No fue un Papa estándar, ninguno lo es, pero con su sencillez y cercanía nos guio hacia el amor de Cristo
Ayer lo vimos felicitándonos la Pascua e impartiendo su bendición, gastando los últimos hilos de su vida. Fiel hasta el final, vivió una Cuaresma y Semana Santa unido a la Cruz del Señor, y el Resucitado se lo ha llevado consigo. Recemos por el eterno descanso de su alma.
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.” A lo largo de dos milenios, 266 hombres, como tú y yo, han escuchado estas palabras de la boca de Jesús. Han dado su vida por la Iglesia, apoyados en Cristo como su fundamento. Durante este tiempo, la Iglesia ha permanecido fiel a su fundador, desafiando todo tipo de retos. Ha sido el faro de muchas civilizaciones y, hoy en día, es quien defiende al hombre de su peor enemigo: el propio hombre.
Francisco llegó a la sede de Pedro siendo mayor y enfermo. Lo dejó todo para embarcarse en su barca. La aventura de tomar el timón de la mayor nave del mundo lo rejuveneció, pero también lo desgastó. Hoy le estamos profundamente agradecidos por su entrega y entereza, por su fe. No fue un Papa estándar, ninguno lo es, pero con su sencillez y cercanía nos guió hacia el amor de Cristo. Pedimos que el Señor le conceda un cielo inmenso y, como manifestación de nuestro cariño, repasamos algunas de sus enseñanzas a modo de decálogo:
Decálogo de enseñanzas del Papa Francisco:
Ser feliz es dejar vivir a la criatura libre, alegre y simple que habita dentro de nosotros. Es tener madurez para decir “me equivoqué”. Es tener la osadía para decir “perdóname”. Es tener sensibilidad para expresar “te necesito” y la capacidad de decir “te amo”.
El amor se construye como una casa: juntos, no solos.
Tener un lugar adónde ir se llama hogar; tener personas a quien amar se llama familia; y tener ambas se llama bendición.
La esperanza sorprende y abre horizontes; nos hace soñar lo inimaginable y lo convierte en realidad.
Es imprescindible edificar sobre la piedra, como Pedro con la Iglesia; de lo contrario, ocurre como con las casas que los niños construyen en la arena de la playa: el agua se las lleva y todo se destruye porque carecen de consistencia.
El mundo está lleno de sendas que nos acercan o nos alejan, pero lo importante es que nos lleven hacia el Bien.
Sé paciente: a veces, hay que pasar por lo peor para conseguir lo mejor, pero siempre confiando en Dios.
Un joven no puede estar desanimado. Lo suyo es soñar cosas grandes, buscar horizontes amplios, atreverse a más, querer conquistar el mundo, aceptar propuestas desafiantes y desear aportar lo mejor de sí mismo para construir algo mejor.
No habrá paz sin compartir y aceptar, sin una justicia que garantice la equidad y la promoción de todos, empezando por los más débiles. Tampoco habrá paz si los pueblos no tienden la mano a otros pueblos.
En el corazón de la Iglesia resplandece María. Ella es el gran modelo para una Iglesia joven que desea seguir a Cristo con frescura y docilidad. ¡María arriesgó y, por eso, es fuerte; es la influencer de Dios!