La protección del patrimonio de la humanidad más importante es la del derecho a llevar una vida digna proporcionada al trabajo
La indignación social crece como nunca en cuanto más acceso se tiene a la información de cómo las decisiones e intereses de unos pocos afectan a malograr la economía de la mayoría de los ciudadanos. A nivel global y a nivel nacional cada día se conocen nuevos casos de especulación, defraudación o corrupción que solivianta los ánimos de quienes se sienten acuciados por una crisis que les reduce el poder adquisitivo día a día. Algunas naciones sufren pobreza endémica, en otras su población tiene que emigrar, el precio de los alimentos aumenta, los ahorros se desmoronan, la protección social allí donde la había se debilita, y una perspectiva de desaliento cunde cuando todos los vaticinios son negativos, sin que ninguna voz autorizada explique las correcciones necesarias para diseñar una economía que consiga los beneficios que se presagiaban de la globalización.
Los antecedentes de las leyes que han regido la economía en los siglos pasados dejan muchos claroscuros, pues aunque la industrialización parece que obró el milagro de generar bienes indefinidamente, lo cierto es que aún una mayoría de la población vive en condiciones de explotación y pobreza.
La referencia más inhumana de la práctica económica de siglos pasados está en la esclavitud, que favoreció que unos pocos pudieran aumentar exponencialmente sus beneficios con el trabajo de a quienes no se les reconocía otro derecho que el de sobrevivir para poder seguir sirviendo cono su trabajo. Esta mentalidad imperialista y clasista se consolida en la etapa colonial que caracteriza a la Edad Moderna, y desde ella se difunde a la Edad Contemporánea en las bases de una economía capitalista que divide la sociedad entre unos pocos ricos que detentan el capital y los demás trabajadores que han de plegarse a mejorar económicamente al ritmo de los vaivenes de los aciertos y errores de una economía en la que ni cuentan ni intervienen sino como sujetos pasivos. Sólo en el siglo XX, con el desarrollo técnico, parece que en algunas partes del mundo surge una relevante clase media con cierta autonomía económica que va a comenzar a cuestionar el dominio de los poderosos sobre su trabajo.
Aunque en pleno siglo XXI el poder económico efectivo radica en unos pocos, no es menos cierto que con los pocos ahorros de millones de ciudadanos de clase media hay un capital que constituye una parte importante del capital circulante en las finanzas, pero del que cada ciudadano es poco responsable de su empleo. Incluso las grandes compañías mercantiles tienen su capital tan anónimamente repartido que una élite minoritaria dispone de los recursos y beneficios de las empresas. Este es el modo en que puedan unos pocos bien posicionados y grupos especializados en la especulación dirigir una economía que en sus éxitos les retribuyen con grandes beneficios y en sus fracasos repercute directamente sobre la paciente clase baja y media, sin que sus Estados, que debieran protegerles, posean la fuerza y decisión para enfrentarse a los mercados modificando las reglas del marco económico. Se puede alegar que en un comercio global cada Estado puede encontrar muy mermadas sus facultades soberanas, pero deben ser todos los Estados quienes agrupados protejan los intereses de las mayorías y no a los minoritarios beneficiarios de una economía cada vez más contestada por la sociedad.
La protección del patrimonio de la humanidad más importante es la del derecho a llevar una vida digna proporcionada al trabajo. Y para ello las reglas laborales y los principios económicos deben ajustarse a conseguir ese fin. Es responsabilidad muy importante de los organismos internacionales hacer una economía que sirva a los ciudadanos y no que los ciudadanos sirvan a sostener los privilegios de los mercados, porque toda la riqueza que hay en el mundo se logra con el trabajo, y quien lo ejecuta debe ser retribuido con el justo derecho de acceder a lo que le pertenece. Se debiera entender que por dignidad hacia quienes levantan la voz se logre fundamentar una nueva economía que de respuesta a las muchas demandas que la ciudadanía considera cada día como necesidades para asegurar un nuevo tiempo. En un compendio y síntesis de propuestas ciudadanas para el cambio se pueden citar:
Jorge Botella, en papelesparaelprogreso.com/