La Razón, 15.X.2003
Desde hace años dedico una parte de mi tiempo a escribir literatura infantil y juvenil. Lo hago porque me mantiene en contacto con un mundo sugestivo que, por razón natural, va a sustituir al nuestro en apenas unos años. Entre lo que más me agrada de esa dedicación a la literatura infantil se encuentra el contacto con niños a través de libro-foros. En ellos no sólo puedo contemplar desde un observatorio privilegiado la mentalidad infantil sino también la manera en que ha evolucionado el sistema educativo. A estas alturas estoy convencido de que la enseñanza pública está herida de muerte. El primer golpe se lo asestó, aniquilando su calidad, la LOGSE impulsada por el PSOE. A decir verdad, no es extraño que los ministros y dirigentes socialistas no tardaran en sacar a sus hijos de la escuela pública para introducirlos de hoz y coz en la privada. La segunda estocada se la propinó la transferencia de las competencias educativas a las comunidades autónomas. Gracias a tal medida, un niño aragonés puede conocer hasta el menor riachuelo de Zaragoza pero ignora dónde está Huelva; un niño gallego se puede permitir no saber quién era Tirso de Molina y un niño catalán ni siquiera recibe enseñanza en la lengua de todos los españoles durante años. La puntilla actual se la está dando, siquiera en algunas provincias, una inmigración mal gestionada. Hace apenas unos meses me hallaba visitando un colegio situado en una barriada muy humilde del sur de Madrid. Parecía demasiado pequeño para ser público y la ausencia de signos externos de carácter religioso y la ubicación dificultaban creer que fuera privado. Finalmente, la directora me aclaró el enigma. En la zona no faltaban centros públicos pero la afluencia masiva de inmigrantes que no conocían el castellano había logrado que el nivel educativo literalmente se desplomara. Desesperados, los padres del barrio habían constituido un colegio en régimen de cooperativa. «Eso o que los niños fueran analfabetos», me dijo la mujer. No le faltaba razón. La enseñanza pública ha comenzado a agonizar en este país gracias a la demagogia. Si no le ponemos remedio no tardaremos en asistir a su entierro, eso sí, pagado con nuestros impuestos.
César Vidal es doctor en Historia (premio extraordinario de fin de carrera), en Teología y en Filosofía (ambos doctorados obtenidos en Estados Unidos) y licenciado en Derecho. Ha enseñado en distintas universidades de Europa y América y es miembro de prestigiosas entidades académicas, entre las que se cuentan la Society of Oriental Research o el Oriental Institute of Chicago. Autor de 86 libros, ha sido traducido a una docena de lenguas, entre ellas el ruso, el polaco y el georgiano. Galardonado por su labor en defensa de los derechos humanos, sus obras históricas más recientes incluyen: Las brigadas internacionales (1998), Diccionario histórico del cristianismo (1999), Breve historia global del siglo XX (1999) y Enigmas históricos al descubierto (2002). De su última obra narrativa cabe señalar Las cinco llaves de lo desconocido (1998), Hawaii 1898 (1999), El caballo que aprendió a volar (1999) y La mandrágora de las doce lunas (2000), premio de la Crítica a la mejor novela histórica . Ganador de la primera edición del Premio Las Luces de Biografía 2002 con la Biografía de Abraham Lincoln .También ha publicado: El médico de Sefarad. Defensor infatigable de los derechos humanos, ha sido distinguido con el Premio Humanismo de la Fundación Hebraica (1996) y ha recibido el reconocimiento de organizaciones como Yad-Vashem, Supervivientes del Holocausto (Venezuela), ORT (México) o Jóvenes Contra la Intolerancia. Ganador del Premio Espiritualidad 2004 con la obra El testamento del pescador.