FERNANDO ROMERO SAURA. Las Provincias, 11/6/2004
Entre las ofertas realizadas por el cabeza de lista del PSOE al Parlamento Europeo, está la ansiosa búsqueda de una Europa laica y por consiguiente la futura Constitución Europea debe ocultar sus raíces culturales cristianas aunque ello suponga negar la evidencia. ¿Acaso la pintura, la música, el pensamiento político, la arquitectura, la filosofía no reflejan en muchas de sus obras maestras esa inspiración? Por no citar el origen cristiano de las propias universidades y de infinidad de instituciones de todo tipo que han vertebrado a la sociedad europea. Creo que no hay ningún motivo sensato que justifique esa amputación y ese falseamiento.
La realidad cotidiana nos da ejemplo de que esas raíces están vigentes; baste recordar la noticia de días pasados según la cual miles de padres se quedan sin un puesto en colegios cristianos por lo que habría que recordar algunos artículos de la Constitución Española que chocan con esa lamentable realidad: el artículo 14 después de afirmar la igualdad de los españoles ante la ley, hace hincapié en que no puede "prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo o religión". El artículo 16 garantiza la libertad religiosa y de culto, sin más límites que los necesarios para el mantenimiento del orden público. Citaré sólo un artículo más, el 27, que garantiza el derecho a la educación, la libertad de enseñanza y el "derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones".
¿Garantiza todo esto una Europa cuya Constitución únicamente tutela y fomenta la escuela pública y laica? La formación religiosa y moral no sólo se recibe en unas clases de Religión, sino que es algo más, incluso mucho más que un talante, como gustan ahora decir. Es capacidad de elegir una clase de educación –pública o de iniciativa de la sociedad– que garantice el tipo de formación que deseen los padres. Un exclusivista modelo de escuela pública laica no lo garantiza, como tampoco esa Europa laica que se propone. Yo ahí no quepo.
Se proclama el laicismo como si fuera el substrato ideal –el único posible– para el crecimiento de las libertades en una sociedad plural desde tantos puntos de vista: políticos, religiosos, culturales, económicos, deportivos, etc. El laicismo está acabando por ser una especie de fundamentalismo, una religión sin opción para las restantes. No es precisamente un lugar cómodo para todos. Para muchos, es sumamente incómodo, porque trata de aherrojar las convicciones más íntimas a lo hondo de la conciencia: sea usted lo que quiera, pero que no se exteriorice; sea incoherente si es necesario, pero no me estropee mi laicismo. En una Europa así sólo se encuentran cómodos los laicistas. Sospecho que incluso muchos votantes del PSOE no encuentran ahí la casa común, el lugar confortable.
¿No sería mejor hablar de una Europa libre, democrática, que no impone nada a nadie –ni el laicismo–, y en la que todas las opciones que no perturben el orden público son posibles? ¿Por qué no puede darse una escuela islámica o católica o laica o protestante y pública a la vez? ¿Por qué no una escuela pública que garantice a los padres de familia que puedan educar a sus hijos según sus convicciones? En definitiva: el laicismo excluye a los que no estamos por esa labor. La libertad completa es un mejor paraguas, porque ampara a todos.