Juan Pablo II, que inicia el 50º aniversario de su
sacerdocio, ofreció su propio testimonio (Aceprensa 142/95)
En el Simposio Internacional sobre el sacerdote, celebrado en el Vaticano
del 23 al 28 de octubre, Juan Pablo II animó a los sacerdotes católicos a
vivir con alegría y entrega su vocación, sin desalentarse por las
incomprensiones. El simposio quería ofrecer una imagen animante del sacerdocio,
a través de testimonios personales que no suelen ser noticia.
La figura e identidad del sacerdote, con ocasión del 30.º aniversario
de la promulgación del decreto Presbyterorum ordinis, del Concilio Vaticano II,
estuvo en el centro del simposio. Entre los participantes, además de teólogos
y otros especialistas, figuraban un obispo y un sacerdote en representación de
la casi totalidad de las conferencias episcopales del mundo, así como ministros
de otras confesiones cristianas.
Una de las intervenciones más significativas fue la del cardenal Joseph
Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien subrayó
la oportunidad del decreto conciliar en un momento en el que comenzaba a
perfilarse cierta crisis en el concepto de sacerdocio. El decreto Presbyterorum
ordinis indicó el camino que luego sería desarrollado por los Sínodos de 1971
y 1990, por las Cartas del Juan Pablo II a los sacerdotes, con ocasión del
Jueves Santo de cada año, y por el Directorio para el ministerio y la vida de
los presbíteros, de la Congregación para el Clero.
Junto al simposio, la conmemoración tuvo también un momento singular:
un encuentro celebrado en el Aula Pablo VI y retransmitido por televisión, en
el que a los variados géneros musicales se unieron testimonios de sacerdotes de
diversas edades y circunstancias, y conexiones en directo con lugares
significativos como Jerusalén, Ars, Fátima y Wadowice, ciudad natal de Juan
Pablo II. Gente corriente, personalidades de la política, el deporte y el
espectáculo relataron también la importancia que el sacerdote había tenido en
sus vidas.
El acto concluyó con el mensaje del Papa, que el 1 de noviembre inicia
el 50.º aniversario de su propia ordenación sacerdotal, que tuvo lugar en
1946. El Santo Padre dijo que la historia de su vocación maduró en una situación
difícil, durante el trabajo en una cantera y en la fábrica química Solvay. La
alocución adquirió un tono especialmente confidencial cuando refirió que, al
cabo de estos cincuenta años, "lo que continúa siendo para mí el momento
más importante y más sagrado es la celebración de la Eucaristía". También
contó que cada día deja en el reclinatorio de su capilla privada un elenco con
las intenciones que le llegan de personas de todo el mundo: "De este modo,
aun cuando yo no las puedo presentar, Jesús las conoce".