Hacia la canonización de los padres de santa Teresita de Lisieux
Si alguien tiene dudas de que el cielo está abierto y existe la comunión de los santos; si hay quien desconoce que el cielo es lo más parecido a una familia..., nada mejor que conocer estas dos historias de enfermedades y milagros, de niños y fe, que tienen como protagonistas a Teresita de Lisieux y a sus padres
«Hay que esperar lo peor»: es la frase demoledora que escucharon de los médicos Santos y Mari Carmen, un matrimonio valenciano, al nacer Carmen, su segunda hija. Después de un embarazo muy complicado, Carmen nació prematuramente con una doble septicemia y una hemorragia cerebral que ponían en peligro su vida. Pero para Dios no hay nada imposible, y sus padres lo sabían...
Como la niña nació el 15 de octubre, fiesta de santa Teresa de Jesús, Santos buscó inmediatamente, por Internet, dónde se encontraba el convento de carmelitas más cercano: el monasterio de San José y Santa Teresa, en Serra, a 30 kilómetros de la capital valenciana. Y allí se dirigió, conduciendo, de noche, por varias carreteras comarcales.
El monasterio está cerrado, pero llama insistentemente; al final, le abren. «Hermana, vengo a rezar por mi hija», pide encarecidamente Santos. La comunidad acepta el encargo de rezar por Carmen, que lucha por la vida, a 30 kilómetros de allí, en la UCI de neonatos. Y se la encomiendan también a Louis Martin y Zélie Guérin, los padres de santa Teresita de Lisieux, beatificados en esos mismos días: el 19 de octubre de 2008. La priora del convento les da una oración para pedir su intercesión: «Rezadles, rezadles, que ya veréis...»
Y vieron: el 24 de noviembre, de forma inesperada e inexplicable, la niña comienza a recuperarse de forma rapidísima. Los médicos decían que la niña debería de haber muerto; o, de haber sobrevivido, que debería sufrir graves secuelas. Sin embargo, se curó: su historia, que acaba de salir a la luz gracias a la agencia AVAN, puede suponer el milagro necesario para la canonización de los padres de Teresita, después del milagro que permitió beatificarlos: la curación de otro niño, nacido con una malformación en los pulmones.
De los que son como éstos...
Valencia es también el lugar donde han caído algunas de esas rosas que Teresita, la hija de Louis y Zélie, prometió derramar en la tierra tras su muerte. En el año 2003, a Belén, una niña de Gandía, de cuatro años, le contaron la historia de la santa de Lisieux, cuyas reliquias estaban peregrinando por entonces por toda España. «¿Qué le vas a pedir cuando vayamos a verla?», le preguntaron. −«Un hermanito», contestó. Lo que Belén no conocía eran las dificultades de sus padres, Silvia y José, para tener más hijos, debido a un problema de pólipos de su madre. Pero para Dios no hay nada imposible, y Belén, a sus cuatro añitos, lo sabía...
Las reliquias llegaron a Valencia los días 29 y 30 de noviembre de 2003: «Belén sólo quería tocar los restos, era una cría, y no dejaba de pedir a su tía: ¡Tía, acércame!», cuenta hoy Silvia. Y lo consiguió: pocos días después, Silvia se hizo la prueba de embarazo, ¡y salió positiva! Era el 12 de diciembre, fiesta de la Virgen de Guadalupe, que se apareció en estado de buena esperanza. Al año siguiente, nació Javier, a quien bautizaron el 1 de octubre, fiesta de Santa Teresa de Lisieux, con el nombre Juan Francisco Javier de Teresita de Lisieux. Durante mucho tiempo, la hermana mayor le ha repetido a su hermanito: «Algún día te contaré por qué estás aquí»...
En esa escuela de santidad doméstica que fue el hogar de los Martin Guérin, Santos y Mari Carmen, Silvia y José; Carmen, Belén y Javier, han aprendido que no hay nada como acercarse a Dios con la confianza de un niño, pues de ellos es el reino de los cielos. Y que, cuando lo hacemos así, el cielo escucha... ¡Vaya si escucha!