¿Cómo hemos llegado a esa “abolición del hombre”, en frase de C.S. Lewis?
Hemos sustituido la ley natural –“la razón fundamental, ínsita en la naturaleza humana, que ordena lo que hay que hacer y prohíbe lo contrario” (Cicerón)−, por la “mayoría”; la calidad por la cantidad; y la cantidad para establecer la calidad
Con este título, Olegario González de Cardedal publicó recientemente un artículo en La tercera de ABC. Un artículo valiente, claro y que, sin duda, vale la pena leer. ¿Por qué lo comento?
Consciente de que el proceso de descomposición de una civilización europea, iniciado ya hace más o menos 200 años, está llegando a sus estertores finales, de Cardedal se enfrenta a las posibilidades de salir de la crisis que ha surgido a la superficie de la sociedad europea, y especialmente la española, de modo tan violento en los últimos años, y señala algunos síntomas claros y precisos: impunes violaciones de la ley; recaída del poder judicial en manos de los políticos; pérdida de confianza en los dirigentes; corrupción generalizada; amenazas a las personas “en sus inicios (aborto) y en sus finales (eutanasia)”; la pretensión de vivir “en una fase postmoral de la historia con sólo el código civil y el penal, como reglas de actuación y de conducta personal y social; etc.
Y esto ¿por qué? ¿Cómo hemos llegado a esa “abolición del hombre”, en frase de C.S. Lewis? González de Cardedal dice: “La crisis del hombre y la crisis de Dios son inseparables, y no podemos llegar a una última confrontación con la una si no afrontamos la otra. No por moralizar, sino por voluntad de verdad, hay que preguntarse cómo el olvido, la negación implícita o el rechazo explícito de Dios, han contribuido a la historia de guerras en la Europa del siglo XX, a la perplejidad moral y a la desorientación”.
A la pregunta del ¿por qué?, una respuesta, en mi opinión es ésta: porque el pensamiento “débil” europeo ha dejado realmente de pensar, de buscar la verdad; y no sólo la verdad del hombre, sino, y es más grave, la Verdad de Dios. El pensamiento “débil” europeo divaga, elucubra, imagina, analiza, sueña... pero no piensa; huye de enfrentarse a una “Realidad”, y de manera particular a la realidad del hombre. Por eso lo mata antes de nacer, y lo entierra antes de morir.
¿Cómo salir de una situación semejante? González de Cardedal apela a la “voluntad de verdad”; pero esa voluntad ha desaparecido del panorama del pensamiento “débil”. ¿Qué hacer entonces?
El autor sugiere sucintamente tres detalles: recuperación de la conciencia, como orientación al bien; el deber de la ejemplaridad; y al final: el coraje para llevarlo a cabo.
Una Tercera de ABC no es espacio suficiente para un problema de esta amplitud; y este comentario, mucho menos. Pero sí es suficiente para preguntarnos por qué esto ha ocurrido. ¿Ha sido por apoyarnos sencillamente en la “razón autónoma”, que nos dice que “basta el saber y la claridad para ser justos y buenos” como sugiere de Cardedal?.
Pienso que hay más. Hemos sustituido la ley natural −”la razón fundamental, ínsita en la naturaleza humana, que ordena lo que hay que hacer y prohíbe lo contrario” (Cicerón)−, por la “mayoría”; la calidad por la cantidad; y la cantidad para establecer la calidad. Mientras a la “mayoría” ha quedado algo de la “ley natural”, la civilización europea ha sobrevivido. Cuando la mayoría se ha impuesto definitivamente, y todo rastro de “razón natural” ha desaparecido, Europa ha dejado de existir. Y han nacido toda clase de totalitarismos políticos, ideológico, sociales que siguen dando batallas en su empeño de “abolir el hombre”; y la “ideología de género” es un claro ejemplo.
Para la reconstrucción que anhela de Cardedal, y que anhelamos todos, es necesario comenzar de nuevo. La Europa de la ilustración, de Voltaire, de Robespierre, de Rousseau, de Kant, de Shopenhauer, de Hegel y de Marx, de Hitler, de Stalin, huele a podrido, a muerto. La crisis es mucho más seria y profunda de lo que de Cardedal deje entrever en su escrito. Europa, después de adorar a la “razón autónoma”, después de querer construir todas las “verdades”, se ha encontrado sin rumbo, sin horizontes; y ha dejado de querer descubrir la verdad del hombre, la Verdad de Dios.
Olegario ha vuelto a recordar a Europa, a España, lo que ya han hecho tantos otros, entre ellos, Dawson, Danielou, Ratzinger, Arana, etc. Y, con valentía y coraje, le ha invitado a pensar. ¿Recuperará Europa, España, la “nostalgia” del Absoluto?